02.05.2017 Views

La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

Una novela de David Ebershoff

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

sus actos.<br />

—No, no, es mucho mejor no decir nada —aconsejaba a Einar refiriéndose al<br />

hecho de que el padre de éste, casi siempre encamado y quejumbroso, echaba para<br />

atrás el edredón y corría a buscar la tetera cada vez que la señora Bohr o la señora<br />

<strong>La</strong>nge entraban un momento para chismorrear. O bien le sugería a su manera, con los<br />

dedos muy juntos hasta formar una especie de pala de remo que parecía una aleta de<br />

pez, que no le dijera a su padre que lo que deseaba era ser pintor.<br />

—Cambiarás de opinión muchas veces; así pues, ¿para qué preocuparlo ahora con<br />

una cosa así?<br />

Hans, mientras le decía estas cosas, tocaba el brazo de Einar con sus dedos muy<br />

juntos, lo que ponía rígidos los pelitos que tenía allí, como si estuvieran alerta, y la<br />

piel un poco como de gallina. Y es que Hans sabía mucho, tanto, que Einar llegaba<br />

siempre a la conclusión de que debía tener razón.<br />

—Los sueños no se deben compartir —le dijo Hans a Einar un día en que estaba<br />

enseñándole a encaramarse al viejo roble que crecía en el borde del pantano. Sus<br />

raíces se retorcían misteriosas en torno a un peñasco tan blanco y moteado de mica<br />

que no era posible mirarlo fijamente en días de sol—. Quiero marcharme a París,<br />

pero no pienso decírselo a nadie. Un buen día, desapareceré, sin más. Eso es lo único<br />

que sabrá de mí la gente —añadió Hans, colgado como un mono de una rama,<br />

sacando el pecho. De haberse soltado, casi con toda seguridad habría caído al fango<br />

burbujeante.<br />

Pero Hans nunca desapareció en el fango. Para cuando Einar tenía trece años, ya<br />

se habían hecho íntimos amigos. Esto sorprendía a Einar, que de un chico como Hans<br />

no esperaba otra cosa que desdén. Pero no había nada de eso. Hans invitaba a Einar a<br />

jugar al tenis en la pista bien acotada con líneas blancas como de azúcar que había a<br />

un lado del chalé de su familia. Y cuando llegó a la conclusión de que Einar nunca<br />

sabría manejar la raqueta con un mínimo de precisión, le enseñó las reglas de<br />

arbitraje, asegurándole que eran lo más importante. Una tarde, Hans y uno de sus<br />

hermanos —eran cuatro, en total— decidieron, para ver si así irritaban a su madre,<br />

jugar al tenis desnudos. Einar se puso un jersey y se sentó sobre una roca cubierta de<br />

liquen, bajo una sombrilla de papel que Hans le había preparado para protegerle del<br />

sol. Einar trató de arbitrar el partido lo más objetivamente posible, aunque lo que<br />

quería era ayudar a Hans a ganar. Así pues, sentado muy tieso en la roca, trató de<br />

realizar una tarea con toda seriedad.<br />

—Cuarenta… cero para Hans… Un ace para Hans… —mientras Hans y su<br />

hermano corrían por la hierba persiguiendo la pelota, con sus penes sonrosados<br />

agitándose alegremente al aire como rabitos de perro, lo que encendía a Einar por<br />

dentro bajo la sombrilla. Terminado el partido con la victoria de Hans, los chicos se<br />

fueron, frotándose con toallas, y el cálido brazo desnudo de Hans apretó la espalda a<br />

Einar.<br />

Hans tenía una cometa de papel y madera de balsa, que su madre le había traído<br />

www.lectulandia.com - Página 33

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!