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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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29<br />

Lili tardó hasta fines de julio en estar suficientemente despierta durante el día como<br />

para poder acordarse de las cosas. Durante casi seis semanas había salido de vez en<br />

cuando, indolentemente, de su estado de inconsciencia, escupiendo dormida,<br />

sangrando entre las piernas y en el abdomen. Todas las mañanas y todas las noches,<br />

Frau Krebs reponía las vendas que le cubrían la pelvis tras quitarle las viejas, que<br />

parecían harapos de terciopelo real de puro rojos y brillantes que habían quedado. Lili<br />

se daba cuenta de que Frau Krebs estaba cambiándole las vendas y la gasa, y sentía el<br />

deseado pinchazo de la inyección de morfina, y también, muchos días, la presión de<br />

la máscara de goma del éter. Sabía que alguien estaba allí, poniéndole un trapo<br />

húmedo sobre la frente, cambiándolo cuando se volvía tibio.<br />

Algunas noches Lili despertaba y reconocía a Carlisle, que estaba dormido en una<br />

silla en un rincón, con la cabeza contra el almohadón, con la boca abierta. No quería<br />

despertarlo, porque era muy amable al prestarse a pasar la noche a su lado. Se decía<br />

que lo mejor era dejarle descansar; volvía la cabeza y miraba a Carlisle, con el rostro<br />

ceniciento de sueño y los dedos pegados a la cinta que sujetaba el almohadón al<br />

respaldo de la silla. Deseaba que Carlisle se pasase la noche dormido: y observaba el<br />

rítmico subir y bajar de su pecho, y pensaba en el día que habían pasado los dos<br />

juntos antes de la operación. Carlisle la llevó a una playa en el Elba, y nadaron<br />

siguiendo la corriente del río, y luego se tumbaron a tomar el sol sobre una manta.<br />

—Serás una buena madre —le dijo Carlisle.<br />

Y Lili, al oírle, se preguntó qué era lo que hacía a Carlisle pensar así, al contrario<br />

que Greta. Cuando cerraba los ojos, Lili pensaba a veces que olía el aroma a tabaco<br />

de un niño en pañales. Casi sentía el liviano y denso peso de una criatura en sus<br />

brazos. Se lo dijo a Carlisle, que le contestó:<br />

—También yo lo veo.<br />

A la orilla del río, Carlisle se pasó la mano por el brazo, sacudiéndose el agua.<br />

Tenía el pelo húmedo apelmazado en torno a la cara, y le dijo:<br />

—Esto es muy duro para Greta.<br />

Un vapor de turistas escupía humos negros y Lili trenzaba el extremo de la manta<br />

con briznas de hierba.<br />

—Estoy seguro —dijo Carlisle— de que echa de menos a Einar.<br />

—Eso lo comprendo. —Lili se sentía llena de la extraña sensación que la invadía<br />

siempre que se mencionaba a Einar en su presencia: era como si un fantasma pasase a<br />

través de ella—. ¿Piensas que vendrá a verme?<br />

—¿Aquí? ¿A Dresde? Claro que sí. No sé por qué no.<br />

Lili se volvió de lado y observó la columna de humo negro moverse y ascender.<br />

—Escribirás a Greta después de la operación, ¿no?<br />

www.lectulandia.com - Página 246

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