02.05.2017 Views

La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

Una novela de David Ebershoff

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

28<br />

El día en que Lili y Carlisle salieron para Dresde cayó una tormenta de verano. Greta<br />

estaba en el apartamento, en la sala, regando la yedra del tiesto que había sobre la<br />

mesita estilo imperio. Sin sol, la habitación parecía gris, y Eduardo IV estaba<br />

dormido junto a su baúl. El marinero de abajo estaba en el mar, probablemente<br />

atrapado por la tormenta en aquel mismo momento; se oyó un trueno, y a<br />

continuación su mujer se echó a reír.<br />

Tenía gracia, se dijo Greta, cómo habían pasado los años, en su interminable<br />

repetición de amaneceres en Dinamarca, y, al otro lado del globo, de puestas de sol<br />

reventando contra el Arroyo Seco y las montañas de San Gabriel. Años en California<br />

y en Copenhague, años en París, años casada y no casada, y ahora, en la desierta Casa<br />

de las Viudas, rodeada de montones de equipaje cargado y cerrado. Lili y Carlisle<br />

llegarían a Dresde aquel día, a menos que la lluvia los demorase. Ayer, ella y Lili se<br />

habían dicho adiós en el muelle del ferry. Rodeadas de pasajeros que llevaban su<br />

equipaje o con sus perros en brazos, de ciclistas que subían sus bicicletas por la<br />

pasarela. Hans estaba allí, y Carlisle, y Greta, y Lili, y cientos de personas más, todos<br />

diciéndose adiós. Un grupo de escolares, capitaneados por su maestra. Hombrecitos<br />

delgados en busca de trabajo. Una condesa que pasaría un mes tomando los baños en<br />

Baden-baden. Y Greta y Lili, muy juntas, cogidas de las manos y olvidando a la gente<br />

que las rodeaba. Una vez más, Greta apartó de sí al resto del mundo, y lo único que<br />

veía, y lo único que sentía, se reducía a aquel círculo de intimidad en el que estaban<br />

solas ella y Lili, ella con su brazo en torno a la cintura de Lili. Se prometieron<br />

escribirse y Lili dijo que se cuidaría. Lili añadió, con voz casi inaudible, que las dos<br />

se volverían a ver en Norteamérica. Sí, sin duda, dijo Greta, aunque le costaba<br />

creerlo. Pero, así y todo, dijo que sí. Cuando se ponía a pensar en ello, un terrible<br />

escalofrío le subía espina dorsal arriba, por aquella espina dorsal llena del espíritu<br />

que había llevado a cabo la conquista del Oeste, porque se sentía, durante aquella<br />

despedida en el muelle, como si, de alguna manera, hubiese fracasado.<br />

Greta estaba esperando ahora a oír la bocina del coche de Hans. Fuera, las espiras<br />

y los tejados de pizarra estaban negros bajo la tormenta, la cúpula del Teatro Real era<br />

tan gris como peltre viejo. Y justo entonces oyó el bocinazo de Hans, que llegaba<br />

desde la calle, y cogió en sus brazos a Eduardo IV y apagó las luces y corrió<br />

pesadamente el cerrojo.<br />

<strong>La</strong> tormenta continuaba, y la carretera que salía de la ciudad, estaba resbaladiza.<br />

<strong>La</strong>s casas de apartamentos estaban manchadas de lluvia. El agua corría por las<br />

cunetas. Greta y Hans vieron a una mujer rechoncha en bicicleta, con el cuerpo<br />

golpeado por la lluvia, estrellarse contra la trasera del camión de una empresa. Greta<br />

se llevó las manos a la boca al ver los ojos de la mujer cerrarse, llenos de miedo.<br />

www.lectulandia.com - Página 239

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!