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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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debidamente embalado, de modo que, cuando mandase por sus cosas, no faltase<br />

ninguna. Primero, la ropa: los vestidos de manga larga del verano de Menton; y los<br />

vestidos bordados en pedrería de sus días parisinos, antes de su enfermedad; y el<br />

abrigo de piel de conejo, con la capucha. Se daba cuenta de que la mayor parte de<br />

aquella ropa no se la pondría en Nueva York. Aquellos vestidos ahora parecían de<br />

segunda mano, como si fuese alguna otra persona quien los había comprado, como si<br />

otro cuerpo femenino los hubiese llevado puestos.<br />

Una tarde, ya oscurecido, mientras Lili preparaba los cajones y clavaba las tapas,<br />

Greta dijo:<br />

—¿Y los cuadros de Einar?<br />

—¿Sus cuadros?<br />

—Quedan algunos. Están en mi estudio —dijo Greta—. Pensé que a lo mejor los<br />

querrías.<br />

Lili no sabía qué pensar. Los cuadros de Einar ya no estaban colgados en el<br />

apartamento, y ahora, por alguna razón, no conseguía imaginarse qué aspecto<br />

tendrían: pequeños marcos dorados, escenas de la tierra congelada, pero ¿qué más?<br />

—¿Puedo verlos?<br />

Greta trajo los lienzos, enrollados con la superficie pintada hacia dentro; tenían<br />

los bordes reforzados por un grueso hilo ceroso. Los desenrolló sobre el parqué, y<br />

Lili sintió como si nunca los hubiese visto hasta entonces. En su mayor parte<br />

representaban escenas del páramo: uno, en invierno, con helada y un cielo ominoso;<br />

otro, en verano, con turba bajo un sol nocturno; otro, simplemente la tierra, gris<br />

azulada, de arcillas mezcladas con cal. Eran cuadros pequeños y bellos, y Greta<br />

seguía desenrollándolos sobre el suelo, diez, luego veinte, luego más, como una<br />

alfombra de campos de flores que se abrían ante sus ojos.<br />

—¿Pintó de veras Einar todo esto?<br />

—Entonces era un hombre muy atareado —dijo Greta.<br />

—¿Y qué representan?<br />

—¿No reconoces el páramo?<br />

—No, no creo.<br />

Lili se sentía turbada, porque se daba cuenta de que debería reconocer el lugar:<br />

había algo familiar en él, como un rostro perdido en el pasado.<br />

—Pero ¿no lo recuerdas en absoluto?<br />

—Muy vagamente.<br />

Abajo comenzó a oírse el fonógrafo, una polca que interpretaba un acordeón,<br />

mezclada con bocinas de coche.<br />

—Pues es el páramo de Bluetooth —dijo Greta.<br />

—¿Dónde nació Einar?<br />

—Sí, Einar y Hans.<br />

—¿Has estado allí alguna vez? —preguntó Lili.<br />

—No, pero he visto tantos cuadros y he oído hablar tantísimo sobre él, que me<br />

www.lectulandia.com - Página 236

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