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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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vendían fregonas y otros artículos de limpieza, donde había una pirámide de botes<br />

negros y blancos de Zebralin y la foto de una mujer limpiando los fogones de su<br />

cocina. Lili se volvió y consultó de nuevo el reloj de pulsera; y entonces sus tobillos,<br />

que a aquella distancia no parecían más gruesos que los de un niño, comenzaron a<br />

alejarse de nuevo de Greta. Fue Snaregade abajo, pasando ante los edificios con las<br />

fachadas con entramado de madera, y ante una farola apagada, y luego se metió por<br />

Gammel Strand, de donde pasó al canal de Slotsholm, con su baranda curvada a la<br />

que estaban amarrados pequeños botes de pesca con capacidad para una sola persona.<br />

También había un salvavidas blanco colgado de la baranda, y un esturión abandonado<br />

que pendía todavía de su anzuelo. <strong>La</strong> luz que llegaba de la Bolsa, al otro lado del<br />

canal, se reflejaba en el agua, y su chapitel de cobre relucía en medio de la noche. Lili<br />

siguió su camino y miraba al pasar los barcos de pesca amarrados al otro lado del<br />

canal, con sus crujientes mástiles negros.<br />

Lili se detuvo y abrió el bolso. Estaba demasiado oscuro para que Greta viese los<br />

ojos de Lili mientras sus manos hurgaban en él, de donde sacó un pañuelo y un<br />

portamonedas, y luego la cajita de esmalte donde guardaba sus pastillas. <strong>La</strong> abrió con<br />

un seco clic y se llevó una a la lengua. Greta se dio cuenta de que Lili se encogía<br />

ligeramente al tragar la blanca píldora.<br />

Greta pensó llamar a Lili, pero se detuvo. <strong>La</strong> observó mientras seguía su camino,<br />

hacia los puentes de Knippels. Era el mes de abril, y el viento llegaba del mar Báltico.<br />

Cuando Lili llegó al segundo puente, el viento hacía volar las puntas de su pañuelo.<br />

Se detuvo para rehacer el nudo que se lo sujetaba a la garganta. Más adelante, se paró<br />

para contemplar el tráfico portuario, pero no había ningún movimiento. El Puerto<br />

Interior estaba picado. Greta oía el agua helada golpear contra el puente basculante.<br />

Oyó el ferry sueco, que iniciaba su último trayecto del día.<br />

Greta no sabía con exactitud adonde iba Lili por Christianshavn, pero suponía que<br />

tenía una cita. Recordó de pronto una canción que decía: «Érase una vez un viejo que<br />

vivía en un pantano.» Se asió a la fría baranda metálica que bordeaba el canal de<br />

Slotsholm. Estaba cubierta de herrumbre y olía a sal, y se agarró a ella con ambas<br />

manos y contempló a Lili cruzar el puente por encima del Puerto Interior mientras las<br />

puntas de su pañuelo se agitaban al viento como la mano de un niño diciendo adiós.<br />

www.lectulandia.com - Página 225

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