Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
—Pero es que no puedo.<br />
—¿Y por qué no?<br />
Greta no lo dijo, porque sabía muy bien que parecería absurdo. Pero ¿quién<br />
cuidaría de Lili? En aquel momento pensó en Carlisle, que estaría tomando el sol<br />
sobre una tumbona de lona en la cubierta del Estonia.<br />
—Mira, Greta, es que podrías ayudarme —dijo Hans.<br />
—¿Ayudarte?<br />
—Sí, en Estados Unidos.<br />
Greta dio un paso atrás para alejarse de Hans; éste siempre le había parecido más<br />
alto que ella pero hasta aquel momento no se había dado cuenta de lo mucho que lo<br />
era. Ya era tarde, y todavía no habían cenado. Eduardo IV sorbía sonoramente el agua<br />
de su cuenco. Hans era el amigo de la infancia de su marido, y, sin embargo, ella ya<br />
no lo veía así; era como si esa parte de Hans, esos recuerdos asociados con Hans, se<br />
hubiesen desvanecido para siempre junto con Einar.<br />
—Piénsalo —dijo Hans.<br />
—Te puedo dar nombres de gente que puede introducirte en el mundo del arte.<br />
También te escribiré cartas de presentación, si crees que las necesitas. Eso no me<br />
costará nada en absoluto —le dijo.<br />
—No, mujer, no es eso, ¿es que no te das cuenta?<br />
—¿Cuenta de qué?<br />
Hans dejó caer su mano sobre la espalda de Greta.<br />
—Pero ¿qué hacemos con Lili?<br />
—Se las arreglará muy bien sola —dijo Hans.<br />
—No podría dejarla sola —dijo Greta.<br />
<strong>La</strong> mano de Hans le acariciaba la cadera. Era una noche de primavera y las<br />
persianas se agitaban al viento; Greta pensó en la casa de la colina de Pasadena,<br />
donde en verano las ramas de los eucaliptos golpeaban los cristales.<br />
—Pues no vas a tener otro remedio —dijo Hans.<br />
<strong>La</strong> rodeó con sus brazos, y ella sintió el corazón de Hans, que latía contra la<br />
camisa, mientras el suyo se le subía a la garganta.<br />
Cuando llegó, Carlisle no se instaló en el cuarto de invitados, sino que tomó una<br />
habitación en el Palace Hotel, que daba a la plaza del Ayuntamiento y a la fuente de<br />
los tres dragones. Dijo que le gustaba el ruido que hacían los tranvías en los cruces de<br />
vías, y la voz del hombre que iba con su carrito vendiendo galletas picantes. Y<br />
también le gustaba mirar la larga pared de ladrillo del Tívoli, que acababa de abrir<br />
para iniciar una nueva temporada. Y el espectáculo de los asientos de la noria<br />
balanceándose al aire. Le gustaba la idea de ir a ver a Lili tras el mostrador de<br />
Fonnesbech’s, donde acababan de ponerle la insignia de mejor vendedora del mes. Y<br />
le gustaba tanto verla trabajar como paseándose por el Strøget charlando con las otras<br />
www.lectulandia.com - Página 223