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—No lo sé. —Estaba lista, había terminado de abotonarse el abrigo. Le diría a<br />
Greta lo de Henrik, desde luego, pero no aquella noche—. Bueno, buenas noches —<br />
dijo, sintiendo algo en su interior.<br />
Al abrir la puerta se encontró con Hans, que ya tenía la mano cerrada, a punto<br />
para llamar.<br />
Hans entró, y Lili se quedó en el vano de la puerta. Hans parecía cansado, tenía la<br />
corbata floja. <strong>La</strong>s invitó a las dos a cenar con él. Lili dijo:<br />
—Es que ahora mismo salía de casa.<br />
Greta explicó que Lili estaba muy ocupada últimamente. Parecía un tanto<br />
disgustada, a juzgar por su forma de hablar a Hans del trabajo que Lili había<br />
encontrado en el departamento de perfumería de Fonnesbech’s.<br />
—Me coloqué allí porque sé francés —explicó Lili, que no se había quitado el<br />
abrigo.<br />
<strong>La</strong> encargada de Fonnesbech’s, una mujer cuya blusa negra le aplanaba los<br />
pechos, le había dicho que tenía que hablar a los clientes con acento francés. «Tienes<br />
que hablar como una francesa, tienes que fingir que eres alguien distinto. ¡Nuestra<br />
tienda es un teatro!»<br />
Lili ordenaba todos los días los frascos de cristal tallado sobre una bandeja de<br />
plata, y a todas las clientas que pasaban a su lado les preguntaba con voz suave y los<br />
ojos modosamente bajos si querían probarse algún perfume.<br />
—Bueno, me tengo que ir —dijo Lili, y se acercó a Hans para darle un beso de<br />
despedida.<br />
Hans dijo que le gustaría pasear un poco con ella, pero Greta le advirtió que Lili<br />
quería ir sola.<br />
—Bueno, iré con ella sólo un momento —dijo entonces Hans—. Enseguida<br />
vuelvo, Greta, y te llevo a cenar por ahí.<br />
Salieron. Una mujer estaba llamando a la puerta del doctor Møller. Por fin le<br />
abrieron y la dejaron entrar. <strong>La</strong> mujer llevaba un brazo en cabestrillo. Se oyó un grito<br />
procedente del piso del marinero. Lili y Hans bajaron los escalones y vacilaron un<br />
momento ante la puerta de la Casa de las Viudas.<br />
—¿Por dónde vamos? —preguntó él.<br />
—Yo iba para Christianshavn. Pero no tienes por qué venir conmigo —dijo ella<br />
—. Está demasiado lejos.<br />
—¿Qué tal ha estado Greta últimamente?<br />
—Ya la conoces. Siempre igual.<br />
—Eso no es verdad. ¿Está adaptándose bien?<br />
Lili se detuvo, preguntándose qué querría decir Hans con esas palabras. ¿No era<br />
eso precisamente lo que tenía Greta de frustradoramente maravilloso, su manera de<br />
ser siempre la misma, de estar siempre pintando, siempre haciendo planes, siempre<br />
echándose para atrás el pelo?<br />
—Está bien —dijo Lili, y añadió—: Pienso que está enfadada conmigo.<br />
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