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Además, ¿por dónde empezar? ¿Por el beso a la tenue luz del estudio? ¿Por el<br />
brazo de Henrik en torno a los hombros de Lili mientras paseaban por el parque al<br />
oscurecer justo cuando las niñeras empujaban sus cochecitos camino de casa? ¿Le<br />
diría que la mano de Henrik, que estaba cubierta de tupido pelo, le acarició primero la<br />
garganta y se apretó luego contra el suave almohadón de sus pechos? ¿Le hablaría de<br />
la carta que Henrik metió al día siguiente entre la ropa que le traía la lavandera<br />
cantonesa, un pedazo de papel doblado, manchado de frases escritas con tinta en las<br />
que Henrik le profesaba amor y pesar? Sí, justamente: ¿por dónde empezar?<br />
Sólo habían pasado tres semanas desde el encuentro en la tienda de artículos de<br />
pintura, pero a Lili ya le parecía que durante ese tiempo su vida había vuelto a<br />
empezar. ¿Cómo decirle a Greta una cosa así?<br />
—Me parece que voy a ir a dar un paseo —dijo Lili poniéndose en pie.<br />
—No he terminado todavía —respondió Greta—. Anda, vuelve a sentarte, sólo<br />
unos minutos más.<br />
—Es que me gustaría salir antes de que oscureciera.<br />
—¿Quieres que te acompañe?<br />
—No es necesario.<br />
—¿Vas a ir sola?<br />
Lili asintió, una doblez implacable crecía en su interior: le gustaba y al mismo<br />
tiempo aborrecía que Greta se preocupase tanto por ella. Así de sencillo.<br />
Sacó del armario su abrigo y su bufanda. Greta comenzó a poner en orden sus<br />
pinturas y a recoger su caballete. Eduardo IV rompió a ladrar junto a los tobillos de<br />
Lili. El último rayo de sol invadió el apartamento. El ferry de Bornholm llamó, como<br />
de costumbre, y mientras se ponía un abrigo azul de fieltro con botones de gancho de<br />
bambú, Lili pensó que le gustaría ir al muelle del ferry, subir por la pasarela y<br />
sentarse en la cabina situada encima de la proa, que apuntaba hacia aquella isla<br />
perdida en el mar.<br />
Pero no se haría a la mar, por lo menos todavía.<br />
—Enseguida vuelvo —dijo a Greta la voz de Lili.<br />
—Sí, muy bien… —replicó Greta, y añadió—: ¿Seguro que no quieres que te<br />
acompañe?<br />
—No, esta noche no.<br />
—Bueno, de acuerdo.<br />
Greta cogió a Eduardo IV en sus brazos y se quedó en el centro del apartamento,<br />
bañada por un manchón de luz decreciente, mientras Lili se preparaba para dejarla.<br />
Lili sentía la necesidad de escapar. Henrik le había dicho que pensaba quedarse<br />
trabajando hasta tarde en el estudio.<br />
—Mira a ver si hay luz —le había escrito en una nota que llegó al apartamento<br />
entre la ropa limpia.<br />
—¿Tardarás mucho en volver?<br />
Lili movió negativamente la cabeza:<br />
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