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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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era más fina y de un color desteñidamente azul. Tenía el pelo más oscuro, como de<br />

roble mate, sin apenas brillo. Tenía el cuello más grueso; y las muñecas también. Ya<br />

no era un chico guapo; se había convertido en un hombre apuesto.<br />

Fueron a tomar un café a la vuelta de la esquina, y se sentaron a una mesa de un<br />

cafetín. Henrik le habló a Lili de su vida: de sus marinas, que se vendían mejor en<br />

Nueva York que en Dinamarca, del accidente de automóvil que había tenido en Long<br />

Island y en el que había estado a punto de perecer, pues la palanca del freno de su<br />

Kissel Gold Bug había salido disparada del estribo y le había dado de lleno en la<br />

frente. Le habló también de su ex novia de pómulos salientes, que era de Sutton Place<br />

y le había plantado, y no porque se hubiera enamorado de otro: simplemente, porque<br />

ya no le quería.<br />

—¡Ah, se me olvidó! —dijo Lili de pronto—. ¡Se me olvidó comprarle los<br />

pinceles a Greta!<br />

Henrik la acompañó de vuelta a la tienda, pero estaba cerrada. Se quedaron<br />

plantados en la calle, mientras la muestra de la tienda ondeaba al viento desde su<br />

brazo de hierro.<br />

—Yo tengo algunos pinceles que no me hacen falta en el estudio —dijo Henrik—,<br />

si quieres, vamos por ellos.<br />

Sus ojos tenían forma de lágrima, y Lili ya había olvidado lo cortas que eran sus<br />

pestañas. De nuevo notó el débil olor a grano, como a salvado de trigo.<br />

—Todo esto me preocupa un poco —dijo Lili mientras el rostro de Henrik se<br />

acercaba cada vez más al suyo.<br />

—Pues deja de preocuparte —dijo Henrik—, hazme el favor de no preocuparte<br />

por mí.<br />

El letrero de la tienda seguía rechinando desde su brazo de hierro, y Henrik y Lili<br />

salieron camino del estudio, que estaba al otro lado del Puerto Interior, y allí, más<br />

tarde, después de que Henrik le escanciara vino tinto y le ofreciera fresas y le<br />

mostrara sus marinas, se besaron.<br />

—Cada vez estás más roja —dijo de pronto Greta. Encendió una lámpara y<br />

comenzó a lavar sus pinceles en un jarro—. ¿Necesitas una pastilla? —preguntó—.<br />

¿Te encuentras bien?<br />

Lili no sabía cómo contárselo a Greta. Cuando las dos volvieron a Copenhague,<br />

Lili le había dicho:<br />

—¿Crees de veras que debemos vivir juntas? ¿Dos mujeres en este apartamento?<br />

—¿Te preocupa lo que pueda decir la gente? —dijo Greta—. ¿Es eso lo que te<br />

preocupa?<br />

Y Lili, que no estaba del todo segura de por qué había dicho aquello, respondió:<br />

—No, no, no es eso, no es eso en absoluto, es sólo que…, que estaba pensando en<br />

ti.<br />

No, Lili no podía contarle a Greta su encuentro con Henrik, por lo menos, todavía<br />

no.<br />

www.lectulandia.com - Página 216

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