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25<br />
Lili estaba sentada en la silla de asiento de cuerda, preguntándose si habría llegado el<br />
momento de contárselo a Greta. Lili veía por la ventana los mástiles de los barcos<br />
arenqueras que había en el canal. Detrás de ella, Greta estaba pintando un retrato de<br />
Lili vuelta de espaldas. Guardaba silencio mientras delineaba el cuadro, y lo único<br />
que oía Lili era el tintineo de sus brazaletes. En la ingle sentía aún restos de dolor, tan<br />
constante que había acabado por acostumbrarse a hacer caso omiso de él; tenía la<br />
parte interior del labio desgarrada a fuerza de mordérselo. El profesor Bolk le había<br />
prometido que ese dolor acabaría desapareciendo.<br />
Pensó en las <strong>chica</strong>s de la clínica. El día antes de que el profesor Bolk diese de alta<br />
a Lili, había habido una pequeña fiesta en el jardín. Dos de las <strong>chica</strong>s pusieron una<br />
mesa de hierro fundido en el césped, y otra trajo de su habitación una prímula en un<br />
cubretiesto decorado con conejitos pintados. <strong>La</strong>s <strong>chica</strong>s trataron de extender un<br />
mantel amarillo sobre la mesa, pero el viento no hacía más que levantarlo. Lili se<br />
sentó a la cabecera de la mesa, en una silla metálica, y miraba el mantel ondear<br />
mientras las <strong>chica</strong>s trataban de sujetarlo por las esquinas. <strong>La</strong> luz del sol se derramaba<br />
a través del tejido amarillo, llenaba los ojos de Lili y rebotaba contra el cubretiesto,<br />
que estaba en su regazo.<br />
Frau Krebs dio a Lili una caja atada con una cinta.<br />
—Es del profesor —le dijo—. Hubiese querido entregárselo personalmente, pero<br />
ha tenido que irse a Berlín. Al Hospital Saint Norbert, a hacer una operación. Me<br />
pidió que le dijese adiós de su parte.<br />
<strong>La</strong> cinta estaba tirante, y Lili no la podía soltar, de modo que Frau Krebs sacó un<br />
cuchillo militar de su delantal y la cortó rápidamente, lo cual decepcionó mucho a las<br />
<strong>chica</strong>s, que habían pensado entrelazarla por el pelo de Lili, que le había crecido hasta<br />
los hombros durante su estancia allí.<br />
<strong>La</strong> caja era grande y estaba envuelta en papel fino, y dentro Lili encontró un<br />
marco de plata con dos óvalos. En uno de ellos había una fotografía de Lili echada<br />
sobre la hierba a la orilla del Elba; la foto la tenía que haber hecho Greta, porque Lili<br />
nunca había paseado por la orilla con el profesor Bolk. Y desde el otro óvalo la<br />
miraba el rostro de un hombre pequeño, con sombrero; sus ojos eran oscuros y<br />
estaban sombreados, su piel era tan blanca que casi relucía, y su cuello parecía<br />
delgado en medio del ancho cuello duro.<br />
Ahora, desde la silla de asiento de cuerda donde estaba sentada, Lili veía ese<br />
retrato doble en la estantería. Oía el raspar del lápiz de Greta contra el lienzo. Lili<br />
llevaba el pelo con raya en el centro, caído a ambos lados sobre los hombros. <strong>La</strong>s<br />
cuentas de ámbar le ceñían el cuello, y sentía la frialdad del oro del cierre. Tenía una<br />
idea vaga de la mujer fornida y de piernas gruesas que había llevado aquellas cuentas<br />
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