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una <strong>chica</strong> demasiado impaciente que pide al cielo que le llegue cuanto antes la<br />
primera menstruación— cerró los ojos llena de vergüenza. El profesor Bolk estaba<br />
informándola de que allá abajo, cubierto por la gasa y el vendaje enyodado que<br />
parecía aquella salsa aguada que Einar tenía que ingerir haciendo de tripas corazón<br />
durante la guerra, justo encima de su reciente herida, todavía en proceso de curación,<br />
quedaba aún un último cilindro de piel que pertenecía a Einar.<br />
—Lo único que queda por hacer es extraer eso y remodelar la…<br />
Lili no podía soportar oír los detalles, de modo que miró a Greta, que tenía un<br />
cuaderno de apuntes en el regazo; trataba de captar la expresión del rostro de Lili en<br />
aquel instante, y su mirada iba y venía de su modelo a la hoja de papel; cuando al fin<br />
sus ojos se encontraron con los de Lili, dejó el lápiz y dijo:<br />
—Tiene razón. ¿No puede apresurar todo lo posible la próxima operación,<br />
profesor Bolk? ¿Por qué esperar?<br />
—Es que no creo que esté preparada todavía. Aún no está lo bastante fuerte.<br />
—Yo pienso que sí —dijo Greta.<br />
Siguieron discutiendo, mientras Lili cerraba los ojos y se imaginaba a Einar<br />
adolescente sobre la roca cubierta de líquenes observando a Hans devolver el tiro con<br />
su raqueta de tenis. Pensó en la mano húmeda de Henrik en el Baile de los Artistas. Y<br />
en el calor de los ojos de Carlisle aquella brumosa mañana en que fueron al mercado<br />
a primera hora. Y en Greta, con los ojos estrechándose de concentración, mientras<br />
Lili posaba sobre el baúl laqueado.<br />
—Hágalo ya —dijo Lili en voz baja.<br />
El profesor Bolk y Greta se callaron.<br />
—¿Qué es lo que acaba de decir? —preguntó el profesor.<br />
—¿Dijiste algo? —añadió Greta.<br />
—Sí, que, por favor, lo haga ya.<br />
Fuera, en el césped, las <strong>chica</strong>s nuevas, a las que Lili no conocía, recogían sus<br />
libros y sus mantas y volvían a la clínica porque caía la tarde. <strong>La</strong> sombra de los<br />
sauces barría el césped de la Clínica Municipal de Mujeres, y más allá de donde<br />
estaban las <strong>chica</strong>s un conejo lo cruzó corriendo para esconderse en una mata de<br />
groselleros. <strong>La</strong> corriente del Elba sostenía los cargueros de fondo plano, y, al otro<br />
lado del río, el sol iluminaba los tejados de cobre de Dresde y la gran cúpula que<br />
parecía de plata de la iglesia de la Virgen.<br />
Lili cerró los ojos y soñó, en algún lugar del futuro, que cruzaba la plaza del<br />
Kongens Nytorv, a la sombra de la estatua del rey Cristián V, y que la única persona<br />
en todo el mundo que se paraba a mirarla era un apuesto desconocido cuyo corazón lo<br />
forzaba a tomar la mano de Lili y declararle su amor.<br />
Cuando Lili volvió a abrir los ojos, vio que Greta y el profesor estaban mirando<br />
hacia el extremo del jardín de invierno. En el vano de la puerta se veía la figura de un<br />
hombre alto. Se acercó a ellos, convertido en una silueta, con el abrigo sobre el brazo.<br />
Lili observó a Greta, que estaba contemplando al hombre. Greta se echó el pelo hacia<br />
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