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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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tan alta y de pelo tan bonito?»), y lo que decían de ella las voces etéreas de aquellas<br />

<strong>chica</strong>s cuyos pechos se llenaban día a día de leche, agradaba sobremanera a Lili.<br />

—En cuanto te saquemos de aquí —le decía Greta tras sentarse en una tumbona,<br />

con los pies sobre el largo almohadón blanco— te voy a llevar derechita a<br />

Copenhague, y ya verás lo bien que lo vas a pasar allí.<br />

Greta le prometía esto desde que llegó de París: el tren y el ferry de vuelta a<br />

Dinamarca; la reapertura del apartamento de la Casa de las Viudas, que llevaba años<br />

cerrado, y carta blanca para que se pasase las horas que quisiese en los probadores de<br />

los grandes almacenes Fonnesbech’s.<br />

—Pero ¿por qué no podemos ir ahora? —preguntaba Lili.<br />

Ni una sola vez en cinco años habían vuelto a Copenhague. Tenía un vago<br />

recuerdo de Einar pidiendo a los mozos de la mudanza, con las mangas de la camisa<br />

remangadas hasta los codos, que tratasen con cuidado el cajón donde estaban sus<br />

cuadros sin enmarcar. Y recordaba también a Greta vaciando los cajones del armario<br />

ropero de fresno en un pequeño baúl con goznes de cuero que no había vuelto a ver.<br />

—Todavía no puedes salir de aquí —le respondía Greta.<br />

—¿Y por qué no?<br />

—Un poquitín más de tiempo. Y entonces nos volvemos a casa.<br />

Qué guapa estaba Greta, con su falda plisada y sus botas de tacón alto, sentada a<br />

su lado… Sabía que Greta nunca había querido a nadie tanto como a ella. Y ahora,<br />

ahora que hasta en los documentos oficiales constaba con el nombre de Lili Elbe, se<br />

sentía segura de que los sentimientos de Greta no iban a cambiar. Esto era lo que la<br />

ayudaba a seguir adelante, a soportar las largas noches solitarias del hospital, bajo la<br />

pesada manta, y los accesos de dolor que se introducían en ella a escondidas, como<br />

ladrones. Ella estaba en permanente transformación, pero Greta no, Greta no<br />

cambiaba.<br />

El profesor Bolk iba a veces a verlas, y se quedaba de pie junto a ellas. Greta<br />

estaba con las piernas estiradas sobre la tumbona, y Lili sentada en la silla de ruedas.<br />

—¿Por qué no se sienta con nosotras? —le decía Greta, y repetía su proposición<br />

tres o cuatro veces, pero el profesor nunca se quedaba lo bastante para tomar siquiera<br />

la taza de té que Lili le servía en cuanto lo veía venir.<br />

—Parece que está dando resultado —dijo un día el profesor Bolk.<br />

—¿Por qué lo dice? —preguntó Greta.<br />

—Mírela bien. ¿No tiene buen aspecto?<br />

—Sí, desde luego, pero empieza a sentirse harta de todo esto —dijo Greta, que se<br />

había puesto en pie junto al profesor Bolk.<br />

—Se está volviendo una señorita muy guapa —dijo él.<br />

Lili los observaba. Sus piernas estaban cerca de su rostro, y la hacían sentirse<br />

como una niña.<br />

—Ya lleva aquí más de tres meses —dijo Greta—, y empieza a pensar en la vida<br />

que hay fuera de esta clínica. Está impaciente por salir a…<br />

www.lectulandia.com - Página 205

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