You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
tan alta y de pelo tan bonito?»), y lo que decían de ella las voces etéreas de aquellas<br />
<strong>chica</strong>s cuyos pechos se llenaban día a día de leche, agradaba sobremanera a Lili.<br />
—En cuanto te saquemos de aquí —le decía Greta tras sentarse en una tumbona,<br />
con los pies sobre el largo almohadón blanco— te voy a llevar derechita a<br />
Copenhague, y ya verás lo bien que lo vas a pasar allí.<br />
Greta le prometía esto desde que llegó de París: el tren y el ferry de vuelta a<br />
Dinamarca; la reapertura del apartamento de la Casa de las Viudas, que llevaba años<br />
cerrado, y carta blanca para que se pasase las horas que quisiese en los probadores de<br />
los grandes almacenes Fonnesbech’s.<br />
—Pero ¿por qué no podemos ir ahora? —preguntaba Lili.<br />
Ni una sola vez en cinco años habían vuelto a Copenhague. Tenía un vago<br />
recuerdo de Einar pidiendo a los mozos de la mudanza, con las mangas de la camisa<br />
remangadas hasta los codos, que tratasen con cuidado el cajón donde estaban sus<br />
cuadros sin enmarcar. Y recordaba también a Greta vaciando los cajones del armario<br />
ropero de fresno en un pequeño baúl con goznes de cuero que no había vuelto a ver.<br />
—Todavía no puedes salir de aquí —le respondía Greta.<br />
—¿Y por qué no?<br />
—Un poquitín más de tiempo. Y entonces nos volvemos a casa.<br />
Qué guapa estaba Greta, con su falda plisada y sus botas de tacón alto, sentada a<br />
su lado… Sabía que Greta nunca había querido a nadie tanto como a ella. Y ahora,<br />
ahora que hasta en los documentos oficiales constaba con el nombre de Lili Elbe, se<br />
sentía segura de que los sentimientos de Greta no iban a cambiar. Esto era lo que la<br />
ayudaba a seguir adelante, a soportar las largas noches solitarias del hospital, bajo la<br />
pesada manta, y los accesos de dolor que se introducían en ella a escondidas, como<br />
ladrones. Ella estaba en permanente transformación, pero Greta no, Greta no<br />
cambiaba.<br />
El profesor Bolk iba a veces a verlas, y se quedaba de pie junto a ellas. Greta<br />
estaba con las piernas estiradas sobre la tumbona, y Lili sentada en la silla de ruedas.<br />
—¿Por qué no se sienta con nosotras? —le decía Greta, y repetía su proposición<br />
tres o cuatro veces, pero el profesor nunca se quedaba lo bastante para tomar siquiera<br />
la taza de té que Lili le servía en cuanto lo veía venir.<br />
—Parece que está dando resultado —dijo un día el profesor Bolk.<br />
—¿Por qué lo dice? —preguntó Greta.<br />
—Mírela bien. ¿No tiene buen aspecto?<br />
—Sí, desde luego, pero empieza a sentirse harta de todo esto —dijo Greta, que se<br />
había puesto en pie junto al profesor Bolk.<br />
—Se está volviendo una señorita muy guapa —dijo él.<br />
Lili los observaba. Sus piernas estaban cerca de su rostro, y la hacían sentirse<br />
como una niña.<br />
—Ya lleva aquí más de tres meses —dijo Greta—, y empieza a pensar en la vida<br />
que hay fuera de esta clínica. Está impaciente por salir a…<br />
www.lectulandia.com - Página 205