02.05.2017 Views

La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

Una novela de David Ebershoff

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Cuando el profesor Bolk se hubo ido, Lili meneó la cabeza.<br />

—Todavía no me lo puedo creer —dijo, con los ojos fijos en las <strong>chica</strong>s—. Parece<br />

que va a conseguirlo, Greta, tal como me aseguraste. Me está convirtiendo en una<br />

<strong>chica</strong>. —El rostro de Lili estaba sereno, y tenía la punta de la nariz roja—. Y pienso<br />

—susurró— que quizás este hombre sea capaz de hacer verdaderos milagros.<br />

Un golpe de brisa empujó el pelo de Greta sobre uno de sus hombros, y se puso a<br />

contemplar el pabellón de patología del profesor Bolk: las paredes de estuco, las<br />

ventanas protegidas por persianas, el pasillo acristalado que lo comunicaba con el<br />

resto de la clínica. Ella no tenía entrada allí, pero se imaginó el quirófano, la fría<br />

mesa de operaciones de acero y una balda de tarros llenos de formaldehído. <strong>La</strong><br />

persiana de una de las ventanas estaba levantada, y, por un minuto, Greta vio la<br />

silueta de alguien que estaba trabajando en el laboratorio, con la cabeza inclinada<br />

sobre su tarea; y, luego, otra persona, toda ella una sombra negra, volvió a bajar la<br />

persiana, y el edificio de estuco se volvió amarillo a la luz del sol y quedó tan sin vida<br />

como antes.<br />

—De modo —dijo Greta— que mañana es el día.<br />

Y bajó la cabeza de Lili hasta depositarla sobre su regazo, y las dos cerraron los<br />

ojos y recibieron así el débil calor del sol. Escuchaban los grititos lejanos de las<br />

<strong>chica</strong>s sentadas en la manta, sobre el césped, y el salpicar lejano de las ruedas de<br />

paletas en el Elba. Greta pensó en Teddy Cross, a quien también ella, antaño, había<br />

creído capaz de hacer milagros. Por ejemplo, aquella vez, cuando lo de la pierna de<br />

Carlisle. Greta y Teddy sólo llevaban unos pocos meses casados y vivían en la casa<br />

española de Bakersfield; los primeros vientos cálidos comenzaban a soplar entre los<br />

bosquecillos de eucaliptos.<br />

Greta estaba embarazada del niño que se iba a llamar Carlisle, y, como se sentía<br />

mal, se pasaba la vida tumbada en el sofá comprado en Gump’s. Un día Carlisle llegó<br />

por la misma carretera en su Detroiter de parachoques amarillos a hacerles una visita,<br />

y también a investigar posibles yacimientos de petróleo.<br />

Los campos de fresas eran una alfombra verde aquella primavera, bordeados por<br />

el dorado mantecoso de las amapolas en las laderas de las colinas. Hombres de Los<br />

Angeles y de San Francisco habían comenzado a aparecer por Bakersfield porque se<br />

había corrido la voz de que podía haber petróleo debajo de aquella tierra. El granjero<br />

que vivía al sur de la casa de los padres de Teddy Cross había excavado un pozo con<br />

su azada, y había encontrado petróleo. Teddy estaba convencido de que en la tierra de<br />

sus padres también era posible encontrarlo, y Greta se preguntaba en secreto si Teddy<br />

sentía la necesidad de hacerse rico por un deseo inconfesado de estar en pie de<br />

igualdad con ella. Al atardecer, después de cuidar de Greta, Teddy se iba en furgoneta<br />

por la carretera llena de baches que conducía a la tierra de los Cross y perforaba bajo<br />

la larga sombra de un viejo roble. Para ello utilizaba una barrena con motor que se<br />

podía alargar mediante suplementos, y mientras el sol poniente hacía brillar los<br />

plateados enveses de las hojas de las fresas, horadaba la negra tierra.<br />

www.lectulandia.com - Página 200

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!