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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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—No, me parece que no me entiende. —El profesor Bolk, al decir esto, cogió una<br />

de las pastas en forma de estrella de la bandejita que había dejado allí la doncella—.<br />

Es otra cosa. Algo realmente notable.<br />

Sus ojos relucían de interés, y Greta se dio cuenta de que Bolk era de esos<br />

médicos que querían conseguir que algo —una enfermedad, un procedimiento<br />

quirúrgico— fuese bautizado con su nombre.<br />

—En su abdomen —prosiguió Bolk—, y mezclado con el intestino, encontré<br />

algo. —Juntó las manos e hizo chasquear los nudillos—. Encontré un par de ovarios.<br />

Infradesarrollados, naturalmente. Pequeños, naturalmente. Pero estaban allí.<br />

Ése fue el momento en el que Greta decidió que iba a retratar al profesor Bolk: la<br />

línea cuadrada de los hombros; sus brazos colgantes; su largo cuello que emergía de<br />

un cuello almidonado; la piel en torno a los ojos, arrugada y tierna. Greta se retrepó<br />

en su silla. En la suite contigua se alejaba una cantante de ópera, y Greta la oía cantar<br />

el papel de Erda en Siegfried: su voz, de gorjeante registro medio, subía y bajaba por<br />

el aire como un halcón de caza. Al principio, creyó que era Anna, pero eso era<br />

imposible, porque estaba en Copenhague, cantando en el Teatro Real por primera vez<br />

en varios años. Cuando Lili se sintiese mejor, se dijo Greta, le gustaría llevarla a la<br />

ópera, y se imaginó a las dos dándose la mano en la oscuridad de la Semperoper<br />

mientras Siegfried iba camino de la cima del monte donde dormía Brünnhilde<br />

rodeada de fuego.<br />

—¿Y qué significa eso para ella? —preguntó Greta al fin—. ¿Son auténticos esos<br />

ovarios?<br />

—Pues quiere decir que ahora estoy más seguro todavía de que la operación va a<br />

dar resultado —dijo Bolk, y añadió—. Estamos haciendo lo que había que hacer.<br />

—¿De veras piensa, pues, que eso explica las hemorragias?<br />

—Probablemente —dijo Bolk alzando la voz—, lo explica casi todo.<br />

No, pensó Greta; ella sabía que los ovarios no podían explicarlo todo.<br />

—Hay un proceso de injerto que quiero intentar —prosiguió el profesor Bolk—.<br />

Tejido de un par de ovarios sanos. Se ha hecho con testículos, y ha dado buenos<br />

resultados, pero nunca hasta ahora se ha intentado con órganos femeninos. Necesito<br />

un poco de tejido de un par de ovarios sanos y sobreponerlo a los de Lili. Sólo es<br />

cuestión de oportunidad. Cuestión de encontrar el par de ovarios apropiado.<br />

—¿Tardará mucho tiempo en dar con ellos? ¿Está seguro de que puede hacerlo?<br />

—No, no mucho. Ya tengo pensada una <strong>chica</strong>.<br />

—¿De la clínica?<br />

—Es una <strong>chica</strong> joven, de Berlín. Pensamos que estaba embarazada cuando llegó.<br />

Pero resulta que un tumor se ha apoderado de su estómago —Bolk se levantó para<br />

marcharse—. Ella eso no lo sabe, naturalmente. ¿De qué iba a servir decírselo ahora?<br />

Pero a nosotros podría sernos útil. Se podría llevar a cabo en cosa de un mes o así.<br />

Cogió la mano de Greta, la apretó y se fue. Greta abrió su caja de pinturas de tapa<br />

doble y comenzó a poner en orden los tarros. Y entonces, a través de las paredes,<br />

www.lectulandia.com - Página 198

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