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el ruido de la lluvia y el tráfico. En París hacía frío, y todas las mañanas la humedad<br />
se le metía bajo la piel. Greta se dijo que el único lugar más gris y más húmedo aún<br />
tenía que ser Dresde. Ir a Dresde sería como meterse más profundamente en la<br />
caverna del invierno.<br />
Hans repitió:<br />
—Si puedo hacer algo por ti…<br />
Y de nuevo se le acercó, y entonces ella sintió algo en el brazo, como una pluma<br />
que le rozase la piel. Sentía a Hans allí. A través de su grueso traje, sentía la suave<br />
pulsación de su calor. Y Hans le dijo:<br />
—Greta.<br />
—Tengo que irme.<br />
—¿Piensas que ha llegado el momento…?<br />
—De verdad que me tengo que ir —insistió Greta.<br />
—Bueno, de acuerdo —dijo Hans. <strong>La</strong> ayudó a ponerse la gabardina y se la ajustó<br />
bien en los hombros—. Lo siento.<br />
Y entonces el empleado dijo con voz ronca:<br />
—¿Va a traernos más cuadros, señora Wegener? ¿Debo esperar un nuevo envío<br />
pronto?<br />
—No, tardará.<br />
Cuando estuvo de nuevo en la calle, donde los coches pasaban por la calzada<br />
helada y los paraguas cubrían la acera, Greta había decidido empaquetar su caballete<br />
y sus colores y comprar un billete para el próximo tren que saliera con destino a<br />
Dresde.<br />
Lo que más le sorprendió a Greta de Dresde fue que la gente, en la calle, no levantaba<br />
la vista de los pies. Greta no estaba acostumbrada a que los ojos de la gente no se<br />
alzasen para recorrer su larga figura y saludarla. El primer día que pasó allí tuvo la<br />
impresión de haber desaparecido, de haberse perdido en lo más profundo de Europa,<br />
de haber quedado oculta para el mundo. Y esto le hizo sentir cierto miedo mientras la<br />
grava crepitaba bajo sus pies camino de la puerta de la Clínica Municipal de Mujeres<br />
de Dresde; sentía un temor irracional a que Einar se hubiese vuelto tan invisible como<br />
ella.<br />
Al principio se produjo cierta confusión.<br />
—Vengo a ver a la señorita Wegener —dijo Greta en el mostrador de recepción,<br />
donde Frau Krebs estaba fumando un cigarrillo, un Flacifa.<br />
Pero el apellido Wegener no le decía nada a Frau Krebs. Frunció los labios y<br />
movió la cabeza, mientras su pelo, recortado le golpeaba la mandíbula. Greta insistió:<br />
—Es delgada y de ojos oscuros. Tremendamente tímida. Una muchachita <strong>danesa</strong>.<br />
—Ah, se refiere a Lili Elbe, ¿no?<br />
Y Greta, que acababa de tener una visión del rostro de Einar elevándose con la luz<br />
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