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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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el ruido de la lluvia y el tráfico. En París hacía frío, y todas las mañanas la humedad<br />

se le metía bajo la piel. Greta se dijo que el único lugar más gris y más húmedo aún<br />

tenía que ser Dresde. Ir a Dresde sería como meterse más profundamente en la<br />

caverna del invierno.<br />

Hans repitió:<br />

—Si puedo hacer algo por ti…<br />

Y de nuevo se le acercó, y entonces ella sintió algo en el brazo, como una pluma<br />

que le rozase la piel. Sentía a Hans allí. A través de su grueso traje, sentía la suave<br />

pulsación de su calor. Y Hans le dijo:<br />

—Greta.<br />

—Tengo que irme.<br />

—¿Piensas que ha llegado el momento…?<br />

—De verdad que me tengo que ir —insistió Greta.<br />

—Bueno, de acuerdo —dijo Hans. <strong>La</strong> ayudó a ponerse la gabardina y se la ajustó<br />

bien en los hombros—. Lo siento.<br />

Y entonces el empleado dijo con voz ronca:<br />

—¿Va a traernos más cuadros, señora Wegener? ¿Debo esperar un nuevo envío<br />

pronto?<br />

—No, tardará.<br />

Cuando estuvo de nuevo en la calle, donde los coches pasaban por la calzada<br />

helada y los paraguas cubrían la acera, Greta había decidido empaquetar su caballete<br />

y sus colores y comprar un billete para el próximo tren que saliera con destino a<br />

Dresde.<br />

Lo que más le sorprendió a Greta de Dresde fue que la gente, en la calle, no levantaba<br />

la vista de los pies. Greta no estaba acostumbrada a que los ojos de la gente no se<br />

alzasen para recorrer su larga figura y saludarla. El primer día que pasó allí tuvo la<br />

impresión de haber desaparecido, de haberse perdido en lo más profundo de Europa,<br />

de haber quedado oculta para el mundo. Y esto le hizo sentir cierto miedo mientras la<br />

grava crepitaba bajo sus pies camino de la puerta de la Clínica Municipal de Mujeres<br />

de Dresde; sentía un temor irracional a que Einar se hubiese vuelto tan invisible como<br />

ella.<br />

Al principio se produjo cierta confusión.<br />

—Vengo a ver a la señorita Wegener —dijo Greta en el mostrador de recepción,<br />

donde Frau Krebs estaba fumando un cigarrillo, un Flacifa.<br />

Pero el apellido Wegener no le decía nada a Frau Krebs. Frunció los labios y<br />

movió la cabeza, mientras su pelo, recortado le golpeaba la mandíbula. Greta insistió:<br />

—Es delgada y de ojos oscuros. Tremendamente tímida. Una muchachita <strong>danesa</strong>.<br />

—Ah, se refiere a Lili Elbe, ¿no?<br />

Y Greta, que acababa de tener una visión del rostro de Einar elevándose con la luz<br />

www.lectulandia.com - Página 193

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