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—¿Qué?<br />
—¿Por qué no vas a verlo?<br />
—Es que no me quiere allí.<br />
—Seguramente, le resultaba violento pedir tu ayuda.<br />
—No, Einar no es así. Aparte de que no tenía por qué sentirse violento. Después<br />
de todo lo que ha pasado, no sé, la verdad, por qué iba a estarlo.<br />
—Hazte cargo de lo mucho que ha tenido que sufrir. Es algo completamente<br />
nuevo en su experiencia.<br />
—Pero, así y todo, ¿por qué no quería que fuese con él? No quería. Eso quedó<br />
completamente claro.<br />
—Seguramente estaba asustado.<br />
Ella se lo quedó mirando:<br />
—¿Piensas que pudo ser eso?<br />
El empleado encendió un cigarrillo; la cerilla sonó áspera contra el papel de lija<br />
de la caja. Una vez más, Greta deseó que Hans la cogiese en sus brazos, pero no se<br />
decidía a acercarse a él. Se irguió y pasó los dedos por los pliegues de su falda. Se<br />
daba cuenta de que la suya era una actitud anticuada, pero no acababa de decidirse a<br />
caer en sus brazos mientras siguiese siendo la esposa de Einar.<br />
—Deberías ir a verlo —insistió Hans—. Si quieres, te acompaño, me gustaría ir<br />
contigo.<br />
—No, no puedo ir.<br />
—Sí que puedes.<br />
—¿Y dejar mi trabajo?<br />
—Tu trabajo puede esperar. O, mejor todavía, te llevas tu caballete contigo, y tus<br />
pinturas.<br />
—¿De veras piensas que debería ir?<br />
—Yo te acompaño —repitió Hans.<br />
—No, eso no estaría bien.<br />
—¿Y por qué no?<br />
Sobre la mesa de trabajo del empleado había un ejemplar de L’Echo de Paris,<br />
abierto en una página donde había un artículo sobre su última exposición. Todavía no<br />
lo había leído, y un párrafo le saltó a los ojos, como si estuviera subrayado: «Con<br />
tantos cuadros sobre el mismo tema —la extraña muchacha llamada Lili—, Greta<br />
Wegener está empezando a ponerse pesada. Me gustaría que buscara una nueva<br />
modelo y adoptara un nuevo esquema de colorido. Siendo, como es, de California,<br />
cabe preguntarse por qué no recurre a los oros y los azules de su tierra natal. ¡A ver<br />
cuándo me pinta un cuadro del Pacífico y de los arroyos de California!»<br />
—Si voy, iré sola —dijo Greta.<br />
—Ahora hablas como Einar.<br />
—Es que soy como él.<br />
Guardaron silencio durante unos minutos, contemplando el cuadro y escuchando<br />
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