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castaños que le recordó a Einar. Pensó en Einar subiéndose a un tranvía en Dresde, y<br />
luego sentado con los ojos bajos y las manos cogidas en el regazo, y se estremeció.<br />
Pensó en sí misma, aunque no de manera explícita. ¡Dios mío, qué he hecho con mi<br />
marido!<br />
—¿Puedo ayudarte? —preguntó Hans.<br />
Se acercó a Greta. El empleado nuevo tenía las gafas y el lápiz fijos en su tarea.<br />
Hans se situó junto a Greta. No se tocaban, pero ella sentía su presencia mientras<br />
contemplaba el cuadro: la sonrisa de Lili se extendía por todo el rostro, bajo el tenso<br />
gorro de baño. Los ojos de Lili, oscuros y vivos, insondables, o, al menos, eso<br />
parecían. Greta sintió algo en su brazo, pero cuando miró no vio nada, y Hans estaba<br />
ahora junto a la mesa donde trabajaba el empleado, con las manos en los bolsillos.<br />
¿Sería que quería decirle algo?<br />
Carlisle los había sorprendido en pleno abrazo aquella tarde de lluvia helada,<br />
cuando el cuello de Hans estaba sonrosado por haber ido al barbero. Ella no había<br />
oído el ruido de la llave hasta que era demasiado tarde, y hubo un largo, violento<br />
instante, en el que tanto Greta como Carlisle se quedaron sin saber qué hacer: ella con<br />
la cabeza contra el pecho de Hans, y él con una bufanda en torno al cuello y la mano<br />
sobre el tirador.<br />
—Pensaba que no había nadie… —comenzó Carlisle.<br />
Greta se apartó de Hans, que levantó las manos y comenzó a decir:<br />
—No es lo que estás pensando…<br />
—Será mejor que me vaya y vuelva más tarde —dijo Carlisle.<br />
Y desapareció sin darles tiempo a decir nada más.<br />
Más tarde, aquella misma noche, Greta se sentó al borde de su cama y,<br />
acariciándole la pierna a través de las mantas, le dijo:<br />
—A veces pienso que Hans es mi único amigo.<br />
Y Carlisle, que tenía el cuello del camisón abierto, replicó:<br />
—Lo comprendo perfectamente. —Y añadió—: Greta, nadie te culpa de nada, si<br />
era eso lo que estabas pensando.<br />
Entonces, en el despacho de Hans, mientras el empleado les daba al lápiz y a la<br />
regla, Greta dijo:<br />
—Sigo sin recibir carta de Einar.<br />
—¿Y estás preocupada?<br />
—No debería estarlo, pero lo estoy.<br />
—¿Por qué no vas a verlo?<br />
—No quiere.<br />
Greta vio a Hans apretar los labios. ¿Sentiría pena por ella? No le gustaría nada<br />
que fuese así.<br />
—No es que me inquiete —dijo—, y, además, me hago cargo de que prefiriese ir<br />
solo.<br />
—Greta… —dijo Hans.<br />
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