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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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llevó las puntas de los dedos a las mejillas y notó que estaban empapadas de sudor.<br />

—¿No le dijo lo que tengo intención de hacer?<br />

Einar asintió.<br />

—Me dijo que me va a convertir en Lili para siempre.<br />

Esto no era lo único que le había dicho Greta. También le había dicho: «Esto o<br />

nada, Einar. Es tu única oportunidad.»<br />

—¿Puede cenar conmigo esta noche en el Belvedere? —le dijo el profesor Bolk<br />

—. ¿Sabe dónde está? En la otra orilla del Elba, junto a la terraza de Brühlsche.<br />

—Sé dónde está.<br />

<strong>La</strong> mano del profesor Bolk, cuya palma estaba sorprendentemente húmeda, cayó<br />

sobre el hombro de Einar al mismo tiempo que le decía:<br />

—Einar, escúcheme con atención. Le comprendo. Comprendo lo que usted<br />

quiere.<br />

Cenaron juntos en el Belvedere. El vestíbulo del restaurante era blanco y dorado,<br />

y fuera, a través del pórtico, la niebla del atardecer se volvía de un fuerte azul sobre el<br />

Elba y los distantes altos de Loschwitz. En el comedor había grandes tiestos con<br />

palmeras, y en un pequeño escenario una orquestina tocaba las oberturas de Wagner.<br />

Un camarero les trajo una botella de champán en una cubeta de plata con hielo.<br />

—Esto no es una celebración —dijo el profesor Bolk mientras el camarero<br />

descorchaba la botella y un sonoro «¡pop!» llenaba el comedor, lo que provocó que<br />

en las mesas vecinas mujeres con el cuello envuelto en invernales terciopelos se<br />

volviesen a mirar.<br />

—Pues a lo mejor debía serlo —dijo Einar, cuya voz se mezcló con el tenue ruido<br />

de los cuchillos de pescado que el camarero estaba poniéndoles en la mesa.<br />

Einar se puso a pensar en Lili, a quien había tenido intención de enviar en su<br />

lugar a la cena del Belvedere.<br />

El profesor Bolk abrió en canal su trucha con su cuchillo de pescado, separó a<br />

continuación el delgado pellejo y dejó al descubierto la carne rosada.<br />

—Si quiere que le sea franco —dijo—, la primera vez que vi a una persona como<br />

usted no sabía muy bien a qué carta quedarme. Al principio pensaba que era un caso<br />

sin solución posible.<br />

Einar casi se quedó sin aliento.<br />

—¿O sea que ha tratado antes a personas como yo?<br />

—¿No le contó su mujer la experiencia que tuve con otro hombre? —Y al decir<br />

esto se inclinó hacia Einar—. Otro hombre que estaba en el mismo caso que usted.<br />

—No —dijo Einar—, no me dijo nada de eso.<br />

—Se trata de un hombre al que quise ayudar —dijo entonces el profesor Bolk—,<br />

pero se escapó antes de que tuviese tiempo de comenzar. Tenía demasiado miedo a no<br />

poder soportarlo. Y la verdad es que lo comprendo.<br />

Einar se quedó pensativo: ¿no poder soportar qué? Era evidente que el profesor lo<br />

consideraba más enterado de lo que estaba. Se puso a hablar del paciente anterior. Era<br />

www.lectulandia.com - Página 181

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