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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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—Levantó la cara para mirarla—. ¿Por qué tenías miedo de contármelo?<br />

Greta se apoyó contra la ventana. Fuera caía una lluvia gélida que tamborileaba<br />

levemente contra el cristal. En el estudio había media docena de retratos nuevos de<br />

Lili, una serie que la representaba en el momento de arreglarse para salir, y en todos<br />

los cuales lucía el collar de perlas que Greta le había dado. Esos cuadros mostraban el<br />

color rosa de las mejillas de Lili y los rojos procedentes de su caja de maquillaje, que<br />

destacaban aún más por el contraste con el blanco plateado de su carne. En esos<br />

cuadros Lili llevaba un vestido sin mangas con el escote redondo y el pelo rizado.<br />

—¿Reconoces realmente a Einar en estos retratos?<br />

—Ahora sí —dijo Hans—. Me lo contó el otoño pasado. Le costaba mucho<br />

decidir si ponerse en manos del doctor Buson o del profesor Bolk. Un buen día<br />

apareció en mi oficina y se metió en mi despacho privado. Estaba lloviendo y había<br />

una tremenda humedad, de modo que al principio no me di cuenta de que había<br />

estado llorando. Estaba blanco, más blanco incluso que Lili en tus cuadros. Temí que<br />

fuera a desmayarse. Parecía que le costaba respirar, y noté que le temblaba la<br />

garganta. Le pregunté qué le pasaba, y me lo contó todo.<br />

—¿Y qué le dijiste?<br />

—Pues que eso explicaba muchas cosas.<br />

—¿Cuáles, por ejemplo?<br />

—<strong>La</strong> actitud de Einar, y la tuya.<br />

—¿<strong>La</strong> mía? —dijo Greta.<br />

—Sí, por qué has estado tan a la defensiva todos estos años, tan hermética. En<br />

cierto modo, lo considerabas también tu secreto, no sólo suyo.<br />

—Bueno, es mi marido.<br />

—Sí, y me hago cargo de que tiene que haber sido difícil para ti.<br />

Hans se puso en pie. El barbero también le había afeitado, pero pasando por alto<br />

un grano que tenía en la mejilla.<br />

—No tan difícil como para él. —Greta sintió que una ola de alivio recorría su<br />

cuerpo; por fin, Hans lo sabía todo. Ya no necesitaba emplear subterfugios con él, y<br />

comenzaba a sentirse más tranquila—. Bueno, vamos a ver, ¿qué piensas de nuestro<br />

secreto?<br />

—Einar es así, ¿no? ¿Acaso puedo culparle por ser como es?<br />

Hans se le acercó y la estrechó entre sus brazos. Greta olió el mentol de la loción<br />

para el afeitado, y el pelo de la nuca de Hans le hizo cosquillas en la muñeca.<br />

—¿Piensas que he hecho bien mandándole a Bolk? —le preguntó—. ¿No crees<br />

que he cometido un error?<br />

—No —dijo él—, probablemente es su única oportunidad.<br />

Hans apoyó a Greta contra la ventana, mientras el tráfico hacía saltar<br />

silenciosamente el agua de los charcos en la calle mojada. Pero ella no podía dejarle<br />

estrecharla entre sus brazos; después de todo, era la mujer de Einar. Tenía que<br />

desasirse de él enseguida, tenía que mandar a Hans de vuelta a la oficina con los<br />

www.lectulandia.com - Página 174

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