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otoño, mientras Carlisle cambiaba la compresa en la frente de Lili, o se sentaba en la<br />
cama de Lili para jugar al póquer con ella, o la acompañaba a la Ópera. «Siento<br />
mucho que no puedas venir con nosotros», decía Lili, con su vocecita. «¡No trabajes<br />
demasiado!»<br />
A veces Greta se sentía agobiada por su trabajo, como si ella fuese la única<br />
persona en el mundo que trabajaba, mientras los demás iban de un lado para otro<br />
pasándolo bien. Como si todo hubiese acabado por descansar sobre sus hombros, y<br />
todo su pequeño mundo íntimo fuese a sufrir una implosión si ella paraba y bajaba la<br />
cabeza. Pensaba en Atlas, que sostenía el mundo él solo. Y, sin embargo, esto no era<br />
justo, porque no sólo lo sostenía ella, sino que también era ella quien lo había creado.<br />
Había días en que estaba agotada, y sentía deseos de decírselo a alguien, pero no tenía<br />
a quién, de modo que debía contentarse con hablar con Eduardo IV mientras éste<br />
comía su cuenco de pellejo de pollo y ternillas.<br />
Bueno, tenía a Hans.<br />
El día después de que Einar saliese para Alemania, Hans había ido a visitarla.<br />
Acababa de pasar por la barbería, y tenía el pelo del cuello algo erizado y la piel<br />
sonrosada en los lugares por donde le habían pasado la navaja. Le hablaba a Greta<br />
sobre su nueva idea para una exposición: quería conseguir el permiso de la directora<br />
de un colegio particular de <strong>chica</strong>s para colgar una serie de retratos de Lili en sus<br />
paredes; esta idea le gustaba a Hans, y se le notaba por su manera de reírse mientras<br />
tomaba café.<br />
Durante aquellos dos últimos años Hans había salido con varias mujeres, como<br />
Greta sabía muy bien; entre otras, una actriz de Londres y la heredera de una fortuna<br />
basada en la mermelada. Hans ponía buen cuidado en no hablar a Greta de esas<br />
mujeres y evitaba mencionar con quién había pasado el fin de semana en Normandía.<br />
Pero a Einar se lo decía, y la noticia pasaba a Greta gracias a la voy sorprendida y<br />
jadeante de Lili: «¡Una actriz cuyo nombre está en todos los anuncios luminosos de<br />
Cambridge Circus!», le decía. «¿Verdad que es estupendo para Hans?» «Sí, desde<br />
luego, tiene que ser muy agradable para él», replicaba Greta.<br />
—¿Dónde se ha metido Einar? —preguntó Hans al cabo de un rato.<br />
—Se ha ido a Alemania, para atender a su salud.<br />
—¿A Dresde?<br />
—¿Acaso te lo dijo? —Greta paseó la vista por la habitación, y la detuvo unos<br />
instantes en sus caballetes, los cuadros apoyados contra las paredes y la mecedora—.<br />
Lili se fue con él. Esto está muy silencioso sin ellos.<br />
—Naturalmente que se fue con él —dijo Hans. Con una rodilla en el suelo, estaba<br />
desplegando los últimos retratos de Lili—. Me lo contó todo.<br />
—¿Qué te contó?<br />
—Lo de Lili. Lo del médico de Dresde.<br />
—Pero ¿de qué estás hablando?<br />
—Anda, Greta, déjate de tonterías. ¿Es que crees que no estoy enterado de todo?<br />
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