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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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Seguramente, Lili se quedó dormida, porque lo siguiente que notó fue que el sol<br />

entraba ahora en el cuarto por un ángulo distinto, por encima de los verdes tejados de<br />

cobre del otro lado ríe la calle, donde un halcón había hecho su nido. Pero Hans y<br />

Carlisle seguían hablando. Y luego los oyó junto a la puerta, y luego dentro de la<br />

habitación, a cuya puerta Lili llevaba tiempo pensando ponerle un cerrojo, pero nunca<br />

se animaba a hacerlo. Los vio entrar, y le pareció más un recuerdo que algo que<br />

estuviese sucediendo realmente. Los dos decían:<br />

—Venga, levántate.<br />

Y añadían:<br />

—Pequeña Lili.<br />

Ella sentía que le tiraban de los brazos, y también estos tirones eran más un<br />

recuerdo que algo que estuviese sucediendo. Uno de ellos le llevó una taza de leche a<br />

la boca. Otro le pasó un vestido por la cabeza. <strong>La</strong> llevaron al armario ropero de fresno<br />

en busca de un par de zapatos, y entonces le dio el sol de lleno y sintió que la piel se<br />

le encendía. Hans y Carlisle debieron de notarlo, pues enseguida le buscaron una<br />

sombrilla, una sombrilla de papel con varillas de bambú, y la abrieron<br />

inmediatamente.<br />

En algún vehículo, la llevaron hasta las Tullerías, y una vez allí siguieron a pie.<br />

Enlazó sus codos a los de los dos hombres. Iban entre los álamos, bajo sombras<br />

ondulantes que le parecían grandes peces que estuviesen a punto de hender la<br />

superficie del agua y salir al aire libre. Hans trajo tres sillas plegables, y se sentaron<br />

al sol de la tarde mientras los niños pasaban ante ellos y los jóvenes amantes se<br />

paseaban y los hombres solitarios de ojos voraces se iban a su parte del parque, cerca<br />

de l’Orangerie. Lili pensó en la última vez que había estado sola en el parque; unas<br />

pocas semanas antes había ido allí a dar un paseo, y dos muchachitos pasaron ante<br />

ella, y uno le dijo: «Lesbienne.» Los muchachitos en cuestión tendrían diez u once<br />

años, tenían bozo rubio en las mejillas y sus pantalones cortos mostraban casi la<br />

totalidad de sus muslos lampiños, y, a pesar de todo, esos muchachitos tan monos<br />

habían conseguido lanzarle algo muy cruel, y muy equivocado.<br />

Lili se sentó en compañía de Hans y Carlisle y tenía calor con el vestido que le<br />

habían escogido: era uno de los vestidos de manga holgada con diseño de conchas<br />

que procedían del apartamento alquilado de Menton. Lili sabía que su vida con Einar<br />

había terminado. Lo único que quedaba por dilucidar era si podría llevar su propia<br />

vida en la persona de Lili. ¿O se acabaría todo y podría, por fin, descansar? ¿Se irían<br />

juntos Lili y Einar, dándose la mano? Huesos enterrados en el páramo.<br />

Einar sabía que también esto se omitiría en su nota necrológica. Esa nota lo diría<br />

todo, todo, excepto la vida que había llevado. Y entonces el tren comenzó a perder<br />

velocidad, y Einar abrió los ojos, y se oyó una voz que llegaba del fondo del pasillo,<br />

gritando:<br />

—¡Dresde! ¡Dresde!<br />

www.lectulandia.com - Página 171

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