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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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hacerlo, y tiró la almohada por la ventana. Cayó en el Arroyo Seco, como un cuervo<br />

herido.<br />

Teddy abrió los labios, la lengua salió de entre ellos. Estaba tratando de decir<br />

algo, pero el esfuerzo pudo con él, y se quedó dormido.<br />

Greta se le acercó y le puso la palma de la mano en la boca. El aliento de Teddy<br />

no era más fuerte que el aire que mueve una mariposa al volar. A medida que<br />

oscurecía, las salas del sanatorio iban quedando en silencio. Los grajos hicieron un<br />

último vuelo ante la ventana de Teddy, y Greta le cogió la mano húmeda. Ya no podía<br />

mirarle, y tenía la cabeza vuelta hacia la ventana abierta, por la que veía cómo el<br />

Arroyo Seco se convertía en un pozo negro. <strong>La</strong>s Montañas de San Gabriel se fueron<br />

volviendo negras siluetas de algo grande, algo negro y sin rostro que se levantaba<br />

sobre el valle donde vivían los Waud entre cañones y naranjales, y donde Greta<br />

contenía el aliento hasta que pensó que se iba a asfixiar. Y cuando, por fin, no tuvo<br />

más remedio que abrir la boca para respirar y se secó las lágrimas con el puño, soltó<br />

la mano de Teddy. Volvió a poner la palma bajo su nariz, y entonces, en plena noche<br />

ya, se dio cuenta de que, por un esfuerzo de su propia voluntad, Teddy Cross se había<br />

ido para siempre.<br />

www.lectulandia.com - Página 162

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