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Copenhague; le había aplicado purpurina plateada para reproducir su canosa<br />
cabellera; y su mano derecha, que sostenía una pluma, no era más que un simple<br />
cuadrado, un manchón difuso de pintura color carne.<br />
Y sabía también que ella y Carlisle compartían la necesidad de no cejar nunca en<br />
su trabajo; dentro de sus cuerpos, que eran casi idénticos, había la misma exigencia<br />
por terminar lo que iniciaban. Un día Carlisle volvió a la casita con unas noticias que<br />
forzaron a Greta a dejar el pincel en la taza de trementina y sentarse en la otomana<br />
para escucharle.<br />
—He acompañado a Einar a la consulta de varios médicos —comenzó Carlisle.<br />
Tanto conducir su descapotable había dado color a las mejillas de Carlisle, y su<br />
rostro era ahora más agraciado que nunca, al menos, por lo que ella podía recordar.<br />
Cuando cerraba los ojos y escuchaba la voz de su hermano, que era plana y precisa,<br />
casi llegaba a pensar que se trataba de una grabación de su propia voz.<br />
Carlisle le contó las visitas que habían hecho, lo inútiles que habían sido, las<br />
humillaciones que había tenido que soportar Einar.<br />
—Tiene más aguante que la mayoría de los hombres —dijo Carlisle, y Greta, al<br />
oírlo, pensó: «Sí, ya lo sé.»— Pero hay un médico —prosiguió Carlisle—, el doctor<br />
Buson, que piensa que le puede ayudar, porque ya ha tratado este tipo de casos. Gente<br />
que cree que es… —Al llegar aquí la voz de Carlisle se quebró, cosa que nunca le<br />
ocurría a la de Greta—. Vamos, que se creen que son más de una persona.<br />
Carlisle explicó a Greta lo que era la lobotomía, los pequeños taladros que el<br />
doctor Buson tenía dispuestos en un carrito con ruedas. Tal y como él lo explicaba,<br />
aquello no era más complicado que espantar una mosca.<br />
—Pienso que es eso lo que Einar necesita —concluyó Carlisle.<br />
—Pues es una lástima, porque yo también le he encontrado médico —dijo Greta.<br />
Greta había preparado café, e iba a servirlo. Fue a por nata a la cocina, pero se<br />
había acabado, y algo en su interior se sublevó, como cuando era una niña pequeña en<br />
la mansión de Pasadena y una de las doncellas japonesas le fallaba y no le llevaba los<br />
dátiles confitados que le había prometido; tuvo que contenerse para no dar una<br />
patadita. Le molestaba comportarse como una niña mal criada, pero a veces no lo<br />
podía evitar.<br />
—Piensa que puede ayudar a Einar a cambiar —prosiguió Greta, tras excusarse<br />
por no tener nata.<br />
Iba a añadir: «Lo que pasa es que no sirvo para llevar una casa y pintar al mismo<br />
tiempo, por mucho que me diga que sí, que puedo con todo», pero llegó a la<br />
conclusión de que parecería falsa, o deseosa de que la consolasen, o algo por el estilo<br />
que no sabía muy bien qué podría ser, y de pronto se sintió acalorada bajo la larga<br />
falda y la blusa, que le apretaba los brazos, y se preguntó por qué razón estaba<br />
hablando de su marido con su hermano, y qué tenía que ver Carlisle en aquel asunto.<br />
Pero se contuvo y no dijo nada.<br />
—Pero es que el doctor Buson piensa que puede ayudar a Einar —insistió Carlisle<br />
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