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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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—¿Por qué?<br />

—Por esquizofrenia.<br />

—¡Pero eso no es posible! —exclamó Einar. Miró a Carlisle, que seguía con los<br />

ojos fijos en el tráfico. Delante de él iba un camión, y cada vez que topaba con un<br />

bache, levantaba una nube de gravilla que llegaba hasta la capota del coche de<br />

Carlisle—. ¿Cómo se puede pensar que yo sea esquizofrénico? —insistió Einar.<br />

—Quería que le firmase la solicitud para ingresarte inmediatamente.<br />

—Pero eso es un disparate. No soy esquizofrénico.<br />

—Le dije que la cosa no era urgente.<br />

—Tú no crees que sea esquizofrénico, ¿verdad? Es una idea completamente<br />

absurda.<br />

—No, no, claro que no. Pero cuando lo explicas tú…, cuando tú explicas a Lili,<br />

suena como si pensases que sois dos personas, dos personas distintas.<br />

—¡Pero es que lo somos!<br />

Caía la tarde y el tráfico avanzaba con lentitud porque había sido atropellado un<br />

pastor alemán; el animal yacía en medio de la calle, y los coches tenían que sortear su<br />

cadáver al pasar. A pesar de estar muerto, parecía no tener heridas, y su cabeza<br />

descansaba sobre el bordillo de granito de una rotonda.<br />

—Y Greta, ¿qué piensa de todo esto? ¿Cree que estoy loco?<br />

Pasaron junto al pastor alemán, y el tráfico recuperó la fluidez.<br />

—No, en absoluto —dijo Carlisle—. Greta es quien cree más en Lili.<br />

—¿Debería escuchar al doctor Mai? ¿Piensas que acaso sería mejor que me<br />

tratase una temporada?<br />

—Tendrás que pensarlo —dijo Carlisle, cuya mano asía la negra empuñadura del<br />

cambio de marchas, y Einar se dijo que Carlisle parecía querer decirle algo. Entre el<br />

viento y los humos de los vehículos, resultaba difícil hablar. El tráfico era intenso en<br />

el centro de la ciudad, y Einar miraba a Carlisle, como tratando de inducirle a decir lo<br />

que pensaba. Dime lo que piensas, hubiese querido decirle Einar, pero no se atrevió.<br />

Algo se interponía entre ambos, pero enseguida se encontraron en el Marais, delante<br />

del apartamento, y ese algo pasó, y el motor del Spider se paró, y Carlisle dijo:<br />

—No le digas a Greta dónde hemos estado.<br />

Cansado, Einar se fue a la cama después de la cena, y Greta se le unió antes de<br />

que se durmiera.<br />

—Es muy temprano para ti —le comentó.<br />

—Es que estoy cansada. He pasado las últimas noches trabajando. Esta semana he<br />

entregado media docena de dibujos. Eso sin contar el retrato de Lili en la marea baja.<br />

—Y añadió—: Pintaste el fondo maravillosamente, no sabes lo contenta que estuve.<br />

Y Hans también lo comentó. Quería decírtelo.<br />

Einar sentía a su lado su largo cuerpo cálido bajo la sábana. Su rodilla le tocaba la<br />

pierna, y su puño estaba sobre su pecho. A eso se reducía su intimidad por aquel<br />

entonces, pero, hasta cierto punto, era más profunda incluso que en las noches de los<br />

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