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con el médico adecuado. Eso es todo. Resulta que el doctor McBride no comprende<br />
tu problema. Bueno, ¿y qué? No quiere eso decir que vayas a tener que rendirte.<br />
—¿Por qué haces esto?<br />
—Porque es evidente que no eres feliz.<br />
—Sí, es verdad, pero ¿por qué?<br />
—Por Greta.<br />
Unos días más tarde, Carlisle llevó a Einar al Établissement Hydrothérapique, un<br />
hospital conocido por su especialización en enfermedades nerviosas. El hospital<br />
estaba en la parte de Meudon, escondido de la carretera tras un bosquecillo de<br />
sicómoros. A la puerta había un empleado, que metió la cara en el coche y preguntó a<br />
quién querían ver.<br />
—Al doctor Christophe Mai —dijo Carlisle.<br />
El empleado los miró y se mordió el labio. Les tendió una tablilla con<br />
sujetapapeles para que firmasen la entrada.<br />
El hospital era un edificio nuevo, una gran caja de cemento y cristal. Estaba<br />
sombreado por más sicómoros y árboles con el tronco lleno de cicatrices. <strong>La</strong>s<br />
ventanas estaban protegidas por rejas de acero en el piso bajo, y sus candados<br />
relucían al sol.<br />
Tuvieron que firmar otro impreso en el vestíbulo y otro más cuando llegaron, por<br />
fin, al despacho del doctor Mai. Una enfermera con el cabello canoso y rizado les dijo<br />
que esperasen un momento en una habitacioncita que, una vez cerrada la puerta,<br />
parecía un remanso de paz.<br />
—No le dije a Greta adonde íbamos hoy —dijo Carlisle.<br />
Unos pocos días antes, Einar había oído a los dos hermanos hablar de él. «No<br />
necesita ver a un psiquiatra», decía Greta, cuya voz llegaba a oídos de Einar a través<br />
de la rendija de la puerta, «además, pienso que sé de alguien que le puede ayudar, y<br />
no es psiquiatra. Es alguien que verdaderamente puede hacer algo por él.» Luego su<br />
voz se hizo más baja, y Einar dejó de oírla.<br />
El despacho del doctor Mai era de color castaño y olía a cigarrillos. Einar oía el<br />
ruido de pasos al otro lado de la puerta. Había algo tan desagradable en el ambiente<br />
de aquel hospital que Einar tuvo la sensación de que aquél era el lugar donde le<br />
correspondía estar. En la alfombra parda se notaban huellas de camillas, y Einar<br />
comenzó a imaginarse sujeto con correas a una de ellas que le llevaría a las partes<br />
más recónditas del hospital, de las que ya no volvería a salir nunca más.<br />
—¿Piensas de veras que el doctor Mai me puede ayudar?<br />
—Espero que sí, pero ya veremos. —Carlisle llevaba una chaqueta deportiva de<br />
lino rayado, pantalones muy bien planchados y corbata amarilla. Einar admiró su<br />
optimismo, la manera como permanecía sentado con aire esperanzado vestido con sus<br />
ropas de verano—. Por lo menos, tenemos que probar.<br />
Einar se dijo que Carlisle tenía razón. No podía seguir viviendo así mucho tiempo<br />
más. Buena parte de la musculatura de su cuerpo había desaparecido durante los<br />
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