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de Carlisle, vistas por el rabillo del ojo; la pierna mala estaba ahora en un ángulo<br />
forzado. Y la <strong>chica</strong> norteamericana, en la pista de tenis, sudando cada vez más, con<br />
un manchón de humedad creciendo en su blusa justo debajo de los pechos. Y su<br />
rostro, que era oscuro y corriente; y su cabeza, que era grande; y sus brazos, que eran<br />
largos, y que había algo en ella que parecía extrañamente fuera de lugar. Por ejemplo,<br />
una venilla que palpitaba en su antebrazo. O la sombra que tenía sobre el labio. Y que<br />
el público se volvía contra ella, cada vez más, a medida que incrementaba sus ataques<br />
contra la <strong>chica</strong> rubia de Lyon. Se diría que el mundo entero estaba contra ella, todo el<br />
mundo, menos Carlisle, que se inclinó hacia Einar y le dijo:<br />
—¿No te gustaría que ganase? ¿No sería más divertido que ganase ella?<br />
Lo primero que hizo Carlisle fue llevar a Einar a ver al doctor McBride, un psiquiatra<br />
norteamericano relacionado con la embajada, con consulta en la rue de Tilsit, no lejos<br />
de la oficina de pasaportes. El doctor McBride tenía una abundante mata de pelo<br />
negro y la piel atezada, y llevaba un bigote negro y gris. Tenía la garganta y el<br />
estómago gruesos, y su camisa blanca estaba tan almidonada, que parecía rígida<br />
como el cartón. Era de Boston, y en la entrevista que tuvo con Einar se llamó a sí<br />
mismo todo el tiempo «irlandés moreno». Cuando sonreía se le notaba un relámpago<br />
de oro en la boca.<br />
<strong>La</strong> consulta del doctor McBride parecía más de abogado que de médico. Su mesa<br />
de trabajo estaba cubierta de cuero verde. Había una hilera de estanterías con libros<br />
que cubría la pared entera, y otra de archivadores de roble. Junto a la ventana había<br />
un diccionario médico abierto sobre un atril. Mientras Einar le hablaba sobre Lili, el<br />
médico permaneció sentado, con el rostro inexpresivo, bajándose y subiéndose las<br />
gafas por la nariz. Cuando sonaba el teléfono, el doctor McBride hacía caso omiso de<br />
los timbrazos y decía a Einar que siguiese hablando.<br />
—¿Cuál ha sido el período de tiempo más largo que ha vivido como Lili? —<br />
preguntó.<br />
—Algo más de un mes —dijo Einar—. El invierno pasado Lili estuvo mucho<br />
tiempo aquí.<br />
Einar pensó en el invierno anterior, cuando con mucha frecuencia se iba a la cama<br />
sin tener la menor idea de si al despertarse sería Einar o Lili. En una ocasión, Greta y<br />
Lili sufrieron un atraco a la salida de la Opera. El ladrón, armado con un cuchillo, era<br />
un hombrecillo mal vestido, y su arma, a la luz de la luna invernal, no parecía<br />
demasiado peligrosa. Pero la blandió ante los rostros de ambas mujeres y les exigió lo<br />
que llevaban encima. Llevaba varios días sin afeitarse y no hacía más que patear el<br />
suelo y decir: «¡Hablo en serio, mademoiselles, no piensen que estoy de broma!»<br />
Cuando Lili hizo ademán de entregarle su monedero, Greta trató de cogerla por la<br />
muñeca y dijo: «¡No, Lili, no se lo des!» Pero el hombre se apoderó de él y se<br />
abalanzó sobre Greta, que gritó: «¡No, no, no!» Greta echó a correr calle abajo, hacia<br />
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