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de Lili.<br />
—Pero si conoces a alguien —le dijo a Anna—, si sabes de algún médico, quizá<br />
fuese buena idea que yo hablase con él. Quizá sirviese de algo, ¿no te parece?<br />
El profesor Bolk dijo:<br />
—Me gustaría examinar a su marido.<br />
Esto hizo pensar a Greta en el doctor Hexler y su ruidosa máquina de rayos X. Se<br />
preguntó si Einar accedería a ir con ella a que lo viese otro médico. El profesor Bolk<br />
terminó su café y sacó un pequeño bloc de notas del bolsillo.<br />
—No creo que su marido esté loco —dijo—. Estoy seguro de que otros médicos<br />
le dirán que lo está. Pero yo no opino así.<br />
En el cuarto de estar de Anna había un retrato de Lili, sentada en un banco de un<br />
parque. Detrás de ella había dos hombres hablando, ambos con el sombrero en la<br />
mano. El cuadro colgaba sobre una mesita llena de fotos enmarcadas de Anna, con<br />
peluca y ropa de escena, abrazando a sus amigos después de funciones. Greta había<br />
pintado la escena del parque el año anterior, cuando Lili aparecía por la casita y se<br />
quedaba allí tres semanas para desaparecer enseguida durante otras seis, y cuando<br />
Greta estaba aprendiendo a trabajar y a vivir cada vez más sin su marido. Durante una<br />
temporada, el año anterior, cuando Einar rehusaba hablar con ella excepto<br />
caracterizado de Lili, Greta había llegado a pensar que se había vuelto loco. Tenía<br />
aire, en ocasiones, como de estar en trance: los ojos se le volvían tan oscuros que lo<br />
único que veía Greta en ellos era su reflejo.<br />
—He conocido a otro hombre como él —dijo el profesor Bolk—. Un cobrador de<br />
tranvía. Un hombre joven, bastante apuesto, guapo incluso, esbelto, pálido,<br />
naturalmente, un poco amanerado al andar. Nervioso, pero también es verdad que, en<br />
su situación, no es de extrañar. Vino a verme, y lo primero que noté en él, ¿cómo no<br />
notarlo?, fue que tenía pechos más grandes que muchas adolescentes. Para cuando<br />
vino a verme a mí ya había comenzado a llamarse a sí mismo Sieglinde. Era extraño.<br />
Un día vino a la clínica y pidió por favor que lo visitaran. Los demás médicos dijeron<br />
que no se podía admitir a un hombre en la Clínica Municipal de Mujeres. Se negaron<br />
a examinarlo. Pero yo accedí, y una tarde, nunca lo olvidaré, descubrí que aquel chico<br />
era al mismo tiempo varón y hembra.<br />
Greta pensó lo que esto podía querer decir, pensó en el terrible espectáculo de lo<br />
que tenía que ser vivir sin vida, como la carne inútil que cuelga entre las piernas de<br />
los hombres que son muy viejos.<br />
—¿Y qué le dijo? —preguntó.<br />
<strong>La</strong> brisa levantó las cortinas y se oyó ruido de chicos jugando al tenis, hasta que<br />
su madre los llamó a casa.<br />
—Pues que podía ayudarle. Que podía ayudarle a elegir.<br />
Una parte de Greta quería preguntar: «¿Elegir qué?» E inmediatamente supo y al<br />
tiempo no supo la respuesta. Porque ni siquiera Greta, que poco antes se decía a sí<br />
misma: «¡Ay, si por lo menos Einar supiese lo que quiere ser…!», porque ni siquiera<br />
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