02.05.2017 Views

La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

Una novela de David Ebershoff

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

hermano, con la pierna mala sobre el almohadón de terciopelo, a su marido, con las<br />

puntas húmedas del pelo pegadas al cuello, y a Hans. Pensó que era una persona<br />

distinta con cada uno de ellos. Como si preparase contestaciones distintas para cada<br />

uno, y a lo mejor, se dijo, era así, en efecto. Se preguntó si ellos, por su parte, estaban<br />

convencidos de conocerla a fondo. Quizá se equivocase, pero tenía la impresión de<br />

que cada uno de aquellos hombres esperaba una cosa distinta de ella.<br />

Hans, respetando sus deseos, había dejado de interesarse sentimentalmente por<br />

ella y limitaba sus esfuerzos a la venta de sus cuadros. Había ocasiones en las que los<br />

dos estaban juntos, en la habitación trasera de la oficina de Hans, o en su estudio,<br />

mientras Lili salía a sus cosas, y entonces Greta sentía los ojos de Hans fijos en ella.<br />

Pero cuando él volvía la espalda, Greta no podía menos de fijarse en sus hombros<br />

anchos, en el pelo rubio que se le desbordaba sobre el cuello. De sobras sabía Greta<br />

lo que sentía su corazón, pero no tenía más remedio que renunciar a ello. «No, ni<br />

hablar, mientras Einar siga…» Y tenía la sensación de que unas garras desgarraban su<br />

pecho con un ruido sordo. De Lili aún cabía esperar que se dejara llevar por los<br />

apasionados arrebatos de su corazón, se decía. Pero no de ella, ya no, y menos en<br />

aquellos momentos, con el estudio lleno de retratos sin terminar, con los encargos de<br />

ilustraciones para revistas acumulándose, con su marido débil de cuerpo y confuso de<br />

mente, con su hermano que aparecía de pronto en París y decía, sin más<br />

explicaciones: «He venido a echar una mano», y con Hans sentado a la larga mesa del<br />

comedor, con sus largos dedos tamborileando sobre la superficie de pino, esperando a<br />

que la camelia en flor se secase, esperando a que le trajesen otra taza de café,<br />

esperando a que Greta pintase un cuadro de Lili en kimono, esperando, paciente, a<br />

que Greta acabase cayendo de una vez en sus brazos.<br />

Así era la atmósfera que la rodeaba en su casita, cuando Greta salió de ella una<br />

tarde aquel verano. Hacía calor, y los humos negros del tráfico colgaban pesadamente<br />

en el aire. El sol brillaba deslucido en un cielo neblinoso, y cubría la ciudad de tonos<br />

mate. Los edificios parecían blandos, como queso caliente. <strong>La</strong>s mujeres iban con<br />

pañuelos en la mano para secarse el sudor de la garganta.<br />

En el metro hacía más calor todavía, la baranda estaba pegajosa. Estaban en junio,<br />

y ella y Einar no iban a comenzar sus vacaciones en Menton hasta dentro de varias<br />

semanas. Greta se preguntaba si le sería posible hacer que las cosas cambiasen aquel<br />

verano, y justo en este momento entró el metro, rechinando en sus rieles, y se detuvo.<br />

Greta salió a la superficie en la estación de Passy, donde el aire era más fresco.<br />

Soplaba la brisa, y el aire olía a hierba segada y al frescor de una fuente. Oyó el ruido<br />

de una pelota de tenis al caer sobre arcilla. También oyó el ruido de alguien que<br />

estaba vapuleando una alfombra.<br />

<strong>La</strong> casa de apartamentos era un antiguo palacete de granito amarillo con rejería de<br />

cobre. Tenía una calzada semicircular manchada de gasolina, y un macizo de rosales<br />

bien podados. <strong>La</strong> puerta principal era de cristal y hierro forjado. Arriba había una<br />

terraza con la puerta abierta, en la que revoloteaba una cortina. Greta oyó una risa de<br />

www.lectulandia.com - Página 128

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!