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CAPÍTULO 22<br />

Hardin<br />

El apartamento está lleno otra vez, y yo voy por mi segunda bebida y mi primer porro. El constante<br />

ardor del licor en la lengua y del humo en mis pulmones empieza a causar efecto. Si no sintiera tanto<br />

dolor estando sobrio, no volvería a probar esta bazofia nunca más.<br />

—Llevo dos días con esta mierda y ya me está picando de la hostia —protesto para quien quiera<br />

escucharme.<br />

—Es una mierda, tío, pero así aprenderás a no ir haciendo agujeros en las paredes —me provoca<br />

Mark con una sonrisa burlona.<br />

—Sí, a ver si aprendes —dicen James y Janine a la vez.<br />

Ella extiende a continuación la mano hacia mí.<br />

—Dame otro de tus analgésicos. —Esta puta yonqui se ha tragado medio frasco en menos de dos<br />

días.<br />

No es que me importe, yo no me los tomo, y desde luego me importa una mierda lo que ella se<br />

meta en el cuerpo. Al principio pensé que las pastillas me ayudarían, que me colocarían más que la<br />

mierda de James, pero no ha sido así. Sólo hacen que esté cansado, y estar cansado te lleva a dormir,<br />

lo cual me lleva a las pesadillas, que siempre tienen relación con ella.<br />

Pongo los ojos en blanco y me levanto.<br />

—Voy a darte el puto frasco.<br />

Me dirijo al dormitorio de Mark para sacar las pastillas de debajo de mi pequeño montón de<br />

ropa. Ha pasado casi una semana y sólo me he cambiado una vez. Antes de irse, Carla, la tía<br />

insufrible con complejo de salvavidas, me cosió unos horribles parches negros para cubrir los<br />

agujeros de mis vaqueros. Le habría dicho de todo si no supiera que, si lo hiciera, James me habría<br />

echado en el acto.<br />

—¡Hardin Scott! ¡Teléfono! —La voz aguda de Janine resuena por el salón.<br />

«¡Mierda!» Me he dejado el móvil en la mesa del salón.<br />

Al ver que no respondo de inmediato, oigo que dice descaradamente:<br />

—El señor Scott se encuentra ocupado en este momento; ¿quién lo llama?<br />

—Dame el teléfono ahora mismo —digo corriendo de nuevo al salón y lanzándole las pastillas a<br />

Janine para que las atrape.<br />

Intento mantener la calma cuando me saca el dedo y continúa hablando, dejando que el frasco<br />

caiga al suelo. Ya me estoy hartando de sus gilipolleces.<br />

—¡Caray! Landon es un nombre muy sexi; ¿eres estadounidense? Me encantan los hombres<br />

americanos...<br />

Sin ninguna delicadeza, le quito el móvil de las manos y me lo pego a la oreja.

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