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CAPÍTULO 20<br />

Hardin<br />

Las gafas del médico rollizo penden del puente de su nariz, y casi puedo oler cómo me juzga.<br />

Supongo que sigue cabreado porque he estallado cuando me ha preguntado «¿Seguro que no has<br />

golpeado una pared?» por enésima vez. Sé lo que está pensando, y por mí puede irse a la mierda.<br />

—Te has fracturado el carpo —me informa.<br />

—En cristiano, por favor —refunfuño.<br />

Me he calmado bastante, pero siguen fastidiándome sus preguntas y sus miradas de reproche.<br />

Trabaja en el hospital más concurrido de Londres, seguro que ha visto cosas mucho peores, y aun así<br />

tiene que mirarme mal cada vez que puede.<br />

—Ro-ta —dice lentamente—. Tienes la mano rota, y tendrás que llevar una escayola durante<br />

algunas semanas. Te recetaré algo para el dolor, pero tendrás que limitarte a esperar a que los huesos<br />

vuelvan a unirse.<br />

No sé qué me da más risa, si la idea de llevar una escayola o que piense que necesito ayuda para<br />

controlar el dolor. No hay nada que pueda venderse en una farmacia que consiga aliviar mi dolor. A<br />

no ser que tengan a una rubia altruista de ojos grises en las estanterías, no tienen nada que me sirva.<br />

Una hora después, me cubren la mano y la muñeca con una escayola gruesa. Intenté no reírme en la<br />

cara del viejo cuando me preguntó de qué color la quería. Recuerdo que cuando era niño deseaba que<br />

me pusieran una escayola para que todos mis amigos firmaran y dibujaran en ella con un rotulador<br />

permanente; el problema era que no tenía ningún amigo hasta que encontré mi lugar con Mark y<br />

James.<br />

Los dos han cambiado mucho desde la adolescencia. Bueno, Mark sigue siendo un colgado con el<br />

cerebro frito por haber consumido demasiadas drogas. Eso ya no tiene solución. Pero los cambios en<br />

ambos son bastante evidentes. James se ha vuelto un calzonazos por una estudiante de Medicina, cosa<br />

que jamás habría imaginado. Mark sigue siendo un salvaje y sigue viviendo en un mundo sin<br />

consecuencias, aunque se ha relajado un poco y se siente cómodo con su forma de vida. En algún<br />

momento durante los últimos tres años, ambos perdieron la dureza que solía cubrirlos como una<br />

manta. No, como un escudo. No sé qué fue lo que provocó ese cambio, pero dada mi actual<br />

«situación», no me hace ninguna gracia. Esperaba a los mismos capullos de hace tres años, y esos<br />

tipos han desaparecido.<br />

Sí, continúan consumiendo más drogas de lo que es humanamente posible, pero ya no son los<br />

delincuentes malintencionados que eran cuando me marché de Londres años atrás.<br />

—Recoge las medicinas y ya puedes marcharte. —El médico asiente rápidamente y luego me

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