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AFTER4

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—¿Ah, no? —Echo las manos al aire—. ¡Lleva puesta tu puta camiseta! —grito, y señalo a la<br />

maldita zorra, que se baja de la encimera y tira del dobladillo de la camiseta de Hardin para taparse<br />

los muslos.<br />

Es mucho más menuda que yo, y la camiseta le está enorme. Esta imagen se me quedará grabada<br />

en la memoria hasta el día en que me muera, lo sé. Siento cómo se graba a fuego en estos momentos;<br />

en realidad, me quema todo el cuerpo, me arde de rabia, y en este momento de ira pura y absoluta...<br />

todo encaja.<br />

De repente, todo tiene sentido. Mis pensamientos anteriores sobre el amor y sobre no renunciar a<br />

la persona que quieres no podrían estar más alejados de la realidad. He estado equivocada todo este<br />

tiempo. Cuando amas a alguien, no dejas que te destruya con él ni dejas que te arrastre por el fango.<br />

Tratas de ayudarlo, tratas de salvarlo, pero cuando ese amor es unilateral o egoísta, si sigues<br />

intentándolo es que eres idiota.<br />

Si lo amara, no dejaría que también arruinara mi vida.<br />

Lo he intentado una y mil veces con Hardin. Le he dado un millón de oportunidades, y esta vez<br />

pensaba que todo iría bien. De verdad llegué a creer que esto podría funcionar. Pensaba que, si lo<br />

amaba lo suficiente, si lo intentaba con más empeño, podría funcionar y podríamos ser felices.<br />

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta entonces interrumpiendo mi epifanía.<br />

—¿Qué? ¿Pensabas que podrías irte de rositas con tu comportamiento tan cobarde? —Tras el<br />

dolor, la ira empieza a crepitar. Me aterra que estalle, pero casi agradezco la determinación que me<br />

ha infundido.<br />

Durante los últimos meses, las palabras de Hardin y su ciclo de rechazo me habían debilitado,<br />

pero ahora veo nuestra volátil relación como lo que realmente es.<br />

Inevitable.<br />

Siempre ha sido inevitable, y no puedo creer que haya tardado todo este tiempo en darme cuenta,<br />

en aceptarlo.<br />

—Tienes una última oportunidad de venir conmigo ahora y volver a casa —le digo—; ahora<br />

bien, como salga por esa puerta sin ti, esto se habrá terminado.<br />

Su silencio y la mirada de superioridad que reflejan sus ojos de colocado me llevan al límite de<br />

mi paciencia.<br />

—Eso pensaba. —Ya ni siquiera estoy gritando. No tiene sentido. No me escucha. Nunca lo ha<br />

hecho—. ¿Sabes qué? Quédate con todo esto. Pásate la vida bebiendo y fumando —me aproximo a él<br />

y me detengo a tan sólo unos centímetros de distancia—, pero esto es todo lo que tendrás jamás. Así<br />

que espero que lo disfrutes mientras dure.<br />

—Lo haré —responde, y sus palabras me atraviesan como una puñalada. Otra vez.<br />

—Vale, si no es tu novia... —le dice Mark a Hardin, lo que me recuerda que no estamos solos en<br />

la habitación.<br />

—Yo no soy la novia de nadie —espeto.<br />

Mi actitud parece animar a Mark aún más; su sonrisa se intensifica, y me coge de la espalda en un<br />

intento de dirigirme de nuevo al salón.<br />

—Bien, entonces todo claro.

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