AFTER4
otras historias que me ha contado sobre él. Parece bastante majo, aunque sé cómo es en realidad. Sé lo que les hizo a todas esas chicas. —Éste es mi piso. ¿Quién te ha invitado? Al hacerme esa pregunta he pensado que estaba enfadado, pero su cara sólo refleja chulería. Tiene un acento inglés muy marcado, y es bastante guapo. Un poco amenazador, también guapo. Tiene el pelo castaño de punta por delante, y su vello facial es desaliñado pero arreglado al mismo tiempo. «El look hipster de mierda», que diría Hardin, aunque a mí me parece que no está mal. En sus brazos no hay tatuajes, pero debajo de su labio inferior tiene dos piercings, uno a cada lado. —Yo..., esto... —Me cuesta controlar mis nervios. Se ríe de nuevo y me agarra de la mano. —Bueno, Bambi, vamos a por una copa para que te relajes. —Sonríe—. Me estás asustando. De camino a la cocina, empiezo a preguntarme si Hardin estará aquí de verdad. Puede que se haya dejado el teléfono y el coche aparcado fuera y se haya ido a alguna otra parte. A lo mejor está en el coche. ¿Por qué no habré mirado? Debería bajar y comprobarlo. Estaba tan cansado que igual sólo se ha quedado allí durmiendo... De repente me quedo sin aliento. Si alguien me preguntara cómo me encuentro ahora mismo, no sé qué contestaría. No creo que tuviera una respuesta. Siento dolor, angustia, miedo, rechazo..., aunque al mismo tiempo estoy entumecida. No noto nada y lo noto todo a la vez, y es la sensación más desagradable que he experimentado jamás. Apoyado contra la encimera, con un porro en los labios y una botella de alcohol en la mano, se encuentra Hardin. Pero eso no es lo que hace que se me pare el corazón. Lo que me ha robado el aliento es la chica que está sentada en la encimera detrás de él, rodeando su cintura con las piernas desnudas y pegada a él como si fuera la cosa más natural del mundo. —¡Scott! ¡Pásame el puto vodka. Tengo que darle de beber a mi nueva amiga, Bambi! —grita Mark. Los ojos rojos de Hardin se dirigen hacia Mark, y entonces sonríe con malicia y con una mirada oscura que jamás le había visto. Cuando desvía la mirada de Mark hacia mí para ver quién es Bambi, diría que casi puedo ver cómo sus pupilas estallan y borran de golpe esa extraña expresión. —¿Qué... qué haces...? —balbucea. Sus ojos descienden por mi brazo y, no sé cómo, pero se abren todavía más al ver que Mark me está cogiendo de la mano. Una expresión de pura rabia inunda el rostro de Hardin, y aparto la mano. —¿Os conocéis? —pregunta mi anfitrión. No contesto. En lugar de hacerlo, fijo la vista en la chica que rodea la cintura de Hardin con las piernas. Él todavía no se ha movido para apartarse de ella, que va vestida sólo con unas bragas y una camiseta. Una camiseta sencilla negra. Hardin lleva puesta su sudadera negra, pero no veo asomar el cuello de una camiseta desteñida por debajo como de costumbre. La chica es ajena a la tensión y está concentrada en el porro que acaba de quitarle a Hardin de los labios. Es más, me sonríe, y es una sonrisa claramente intoxicada. Me quedo callada, sorprendida de imaginar incluso que conozco a la persona que tengo delante.
No creo que pudiera hablar ni aunque quisiera. Sé que Hardin está en un momento oscuro, pero verlo así, colocado y borracho, y con otra chica, es demasiado para mí. Sí, es demasiado, y lo único que se me ocurre es alejarme lo máximo posible. —Me tomaré eso como un sí. —Mark se ríe y le quita a Hardin la botella de la mano. Él tampoco ha dicho nada todavía. Se limita a observarme como si fuera un fantasma, como si ya fuera un recuerdo olvidado que nunca esperaba volver a rememorar. Doy media vuelta y me abro paso a través de la gente que se interpone en mi camino de salida de este infierno. Tras descender un tramo de escalones, me apoyo contra la pared y me deslizo hasta el suelo sin aliento. Me zumban los oídos y siento cómo cae sobre mí el peso de los últimos cinco minutos. No sé cómo voy a conseguir salir de este edificio. Escucho en vano, esperando oír el sonido de unas botas contra los escalones de acero, y cada minuto que pasa en silencio se me hace más largo que el anterior. Ni siquiera ha venido detrás de mí. Ha dejado que lo vea así y no se ha molestado en seguirme para darme una explicación. No tengo más lágrimas que darle, hoy no; pero resulta que llorar sin lágrimas es mucho más doloroso que con ellas, y es algo imposible de controlar. Después de todo, de todas las peleas, de todas las risas, de todo el tiempo que hemos pasado juntos, ¿así es como decide terminar nuestra relación? ¿Así es como me aparta de su vida? ¿Tan poco me respeta que se ha colocado y ha dejado que esa chica lo toque y lleve su ropa después de hacer Dios sabe qué con ella? Ni siquiera puedo permitirme pensar eso, porque de lo contrario acabará conmigo. Sé lo que he visto, pero saberlo y aceptarlo son dos cosas muy distintas. Se me da bien excusar su comportamiento. He logrado dominar esa habilidad durante los largos meses que ha durado nuestra relación, y he sido exageradamente fiel a esas excusas. Pero ahora no hay excusa que valga. Ni siquiera el dolor que Hardin siente por la traición de su madre y de Christian le dan derecho a hacerme daño de esta manera. Yo no le he hecho nada para merecer lo que me está haciendo ahora mismo. Mi único error ha sido intentar estar ahí para él y aguantar que pague injustamente su rabia conmigo durante demasiado tiempo. La humillación y el dolor se van transformando en ira cuanto más tiempo paso en esta escalera vacía. Es una ira pesada, densa e insoportable, y estoy harta de excusarlo. Estoy harta de permitir que me joda de esta manera y de dejarlo correr con una simple disculpa y una promesa de que va a cambiar. «No. Eso se acabó.» Sin embargo, no pienso irme sin pelear. Me niego a marcharme y a dejar que piense que puede tratar así a la gente. Está claro que no tiene ninguna consideración por sí mismo, ni tampoco por mí, en estos momentos, y conforme estos furiosos pensamientos inundan mi cabeza, no puedo evitar que mis pies asciendan esta escalera de mierda y vuelvan a esa cueva de piso. Abro la puerta de un empujón para que golpee a alguien y me dirijo de nuevo a la cocina. Mi ira aumenta aún más cuando me encuentro a Hardin en el mismo sitio de antes, con la misma puta todavía aferrada a su espalda. —Nadie, tío. Sólo es una tía cualquiera que... —le está diciendo a Mark. La rabia me ciega. Sin darle tiempo a registrar mi presencia, le quito a Hardin la botella de
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No creo que pudiera hablar ni aunque quisiera. Sé que Hardin está en un momento oscuro, pero verlo<br />
así, colocado y borracho, y con otra chica, es demasiado para mí. Sí, es demasiado, y lo único que se<br />
me ocurre es alejarme lo máximo posible.<br />
—Me tomaré eso como un sí. —Mark se ríe y le quita a Hardin la botella de la mano.<br />
Él tampoco ha dicho nada todavía. Se limita a observarme como si fuera un fantasma, como si ya<br />
fuera un recuerdo olvidado que nunca esperaba volver a rememorar.<br />
Doy media vuelta y me abro paso a través de la gente que se interpone en mi camino de salida de<br />
este infierno. Tras descender un tramo de escalones, me apoyo contra la pared y me deslizo hasta el<br />
suelo sin aliento. Me zumban los oídos y siento cómo cae sobre mí el peso de los últimos cinco<br />
minutos. No sé cómo voy a conseguir salir de este edificio.<br />
Escucho en vano, esperando oír el sonido de unas botas contra los escalones de acero, y cada<br />
minuto que pasa en silencio se me hace más largo que el anterior. Ni siquiera ha venido detrás de mí.<br />
Ha dejado que lo vea así y no se ha molestado en seguirme para darme una explicación.<br />
No tengo más lágrimas que darle, hoy no; pero resulta que llorar sin lágrimas es mucho más<br />
doloroso que con ellas, y es algo imposible de controlar. Después de todo, de todas las peleas, de<br />
todas las risas, de todo el tiempo que hemos pasado juntos, ¿así es como decide terminar nuestra<br />
relación? ¿Así es como me aparta de su vida? ¿Tan poco me respeta que se ha colocado y ha dejado<br />
que esa chica lo toque y lleve su ropa después de hacer Dios sabe qué con ella?<br />
Ni siquiera puedo permitirme pensar eso, porque de lo contrario acabará conmigo. Sé lo que he<br />
visto, pero saberlo y aceptarlo son dos cosas muy distintas.<br />
Se me da bien excusar su comportamiento. He logrado dominar esa habilidad durante los largos<br />
meses que ha durado nuestra relación, y he sido exageradamente fiel a esas excusas. Pero ahora no<br />
hay excusa que valga. Ni siquiera el dolor que Hardin siente por la traición de su madre y de<br />
Christian le dan derecho a hacerme daño de esta manera. Yo no le he hecho nada para merecer lo que<br />
me está haciendo ahora mismo. Mi único error ha sido intentar estar ahí para él y aguantar que pague<br />
injustamente su rabia conmigo durante demasiado tiempo.<br />
La humillación y el dolor se van transformando en ira cuanto más tiempo paso en esta escalera<br />
vacía. Es una ira pesada, densa e insoportable, y estoy harta de excusarlo. Estoy harta de permitir que<br />
me joda de esta manera y de dejarlo correr con una simple disculpa y una promesa de que va a<br />
cambiar.<br />
«No. Eso se acabó.»<br />
Sin embargo, no pienso irme sin pelear. Me niego a marcharme y a dejar que piense que puede<br />
tratar así a la gente. Está claro que no tiene ninguna consideración por sí mismo, ni tampoco por mí,<br />
en estos momentos, y conforme estos furiosos pensamientos inundan mi cabeza, no puedo evitar que<br />
mis pies asciendan esta escalera de mierda y vuelvan a esa cueva de piso.<br />
Abro la puerta de un empujón para que golpee a alguien y me dirijo de nuevo a la cocina. Mi ira<br />
aumenta aún más cuando me encuentro a Hardin en el mismo sitio de antes, con la misma puta todavía<br />
aferrada a su espalda.<br />
—Nadie, tío. Sólo es una tía cualquiera que... —le está diciendo a Mark.<br />
La rabia me ciega. Sin darle tiempo a registrar mi presencia, le quito a Hardin la botella de