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AFTER4

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de que una parte de mí lo sabía, pero no estaba dispuesta a aceptarlo. No quería admitir la evidente<br />

derrota que merodeaba agazapada, esperando para atacarme. No puedo creer que ya casi sean las<br />

cinco. Tengo menos de dos horas para encontrar a Hardin y convencerlo de que vuelva a casa<br />

conmigo. El embarque es a las ocho y media, pero tengo que estar en el aeropuerto un poco antes de<br />

las siete para pasar el control de seguridad tranquilamente.<br />

«¿Volveré a casa sola?»<br />

Me miro en el espejo retrovisor y veo a la misma chica que se ha levantado antes del suelo del<br />

baño. Tengo el desagradable presentimiento de que, efectivamente, estaré sola en ese avión.<br />

Sólo sé de un lugar adonde ir a buscarlo, y si no está ahí, no tengo ni idea de qué voy a hacer.<br />

Arranco el coche, pero me detengo con la mano en el cambio de marchas. No puedo conducir sin<br />

rumbo fijo por Londres sin dinero y sin un sitio adonde ir.<br />

Desesperada y preocupada, intento llamarlo, y casi lloro de felicidad cuando me coge el teléfono.<br />

—¿Digaaa? ¿Quién es? —pregunta una voz masculina desconocida.<br />

Me aparto el teléfono de la cara para comprobar que he llamado al número correcto, pero el<br />

nombre de Hardin aparece claramente en la pantalla.<br />

—¿Diiigaaaaaa? —repite el chico, arrastrando las sílabas de la palabra de nuevo.<br />

—Sí, hola. ¿Está Hardin ahí? —Se me revuelve el estómago porque sé que este tipo no traerá<br />

nada bueno, aunque no tengo ni idea de quién es.<br />

De fondo se oyen risas y un barullo de voces; también se oye a más de una chica.<br />

—Scott está... dispuesto en este momento —me informa el tipo.<br />

«¿Dispuesto?»<br />

—¡Se dice indispuesto, imbécil! —grita una chica de fondo, riéndose.<br />

«Ay, Dios...»<br />

—¿Dónde está? —El ruido cambia y sé que ha puesto en altavoz.<br />

—Está ocupado —responde otro tipo—. ¿Quién eres? ¿Vas a venir a la fiesta? ¿Por eso<br />

llamabas? Me gusta tu acento estadounidense, nena, y si eres amiga de Scott...<br />

¿Una fiesta? ¿A las cinco de la tarde? Intento centrarme en ese estúpido hecho en lugar de en las<br />

numerosas voces femeninas que oigo a través del auricular y en que Hardin esté «dispuesto».<br />

—Sí —contesta mi boca antes de que mi cerebro reaccione—. Pero he perdido la dirección —<br />

digo con voz temblorosa e insegura, aunque ellos no parecen darse cuenta.<br />

El tipo que había cogido el teléfono me da la dirección, y la anoto rápidamente en navegador del<br />

móvil. Se bloquea dos veces, y tengo que pedirle que me la repita, pero lo hace y me dice que me dé<br />

prisa, alardeando orgulloso de que en esa fiesta hay más alcohol del que haya podido ver en toda mi<br />

vida.<br />

Veinte minutos después, me encuentro en un pequeño aparcamiento junto a un edificio de ladrillo muy<br />

deteriorado. Las ventanas son grandes, y las tres están cubiertas con lo que parece ser cinta aislante<br />

blanca o, posiblemente, bolsas de basura. El parking está lleno de coches, y el BMW que he<br />

conducido hasta aquí da mucho el cante. El único coche que se le parece mínimamente es el de

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