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CAPÍTULO 13<br />

Tessa<br />

Puede que no me quede mucho, pero aún tengo algo de orgullo, y preferiría enfrentarme a Hardin sola<br />

y mantener esta conversación cara a cara. Sé exactamente qué va a hacer. Va a decirme que soy<br />

demasiado buena para él y que él no me hace ningún bien. Me dirá algo que me dolerá, y yo intentaré<br />

convencerlo de lo contrario.<br />

Sé que Kimberly debe de pensar que soy una boba por ir a buscarlo después de su frío rechazo,<br />

pero estoy enamorada de él, y esto es lo que haces cuando quieres a alguien: luchas por él; lo buscas<br />

siempre que sabes que te necesita. Lo ayudas a vencer la batalla contra sí mismo y nunca renuncias a<br />

él, ni siquiera cuando él renuncia a sí mismo.<br />

—No te preocupes. Si lo encuentro y ve que estás conmigo, se sentirá acorralado, y eso<br />

empeorará las cosas —le digo a Kimberly por segunda vez.<br />

—Por favor, ten cuidado. No quiero tener que matar a ese chico pero, a estas alturas, ya no<br />

descarto nada. —Me ofrece una media sonrisa—. Espera, una cosa más.<br />

Levanta un dedo y corre hacia la mesita de café que está en el centro de la habitación. Busca en<br />

su bolso y me hace un gesto con la mano para que me acerque.<br />

Kimberly, cómo no, me pone un poco de brillo de labios transparente y me pasa un bote de rímel.<br />

Sonríe.<br />

—Querrás estar guapa, ¿no?<br />

A pesar del dolor que siento en el pecho, sonrío ante su esfuerzo por ayudarme a estar<br />

presentable. Por supuesto, para ella esto es algo indispensable.<br />

Diez minutos después, mis mejillas dejan de estar rojas de llorar. Mis ojos ya parecen menos<br />

hinchados gracias al corrector de ojeras y a un poco de sombra. Kimberly me cepilla el cabello en<br />

una especie de rizos grandes y controlados. Se rindió al cabo de unos minutos, suspirando, y entonces<br />

dijo que las ondas playeras estaban de moda de todos modos. No recuerdo haberme cambiado de<br />

camiseta y haberme puesto una de tirantes y una rebeca, pero esta mujer ha hecho que deje de parecer<br />

un zombi en un tiempo récord.<br />

—Prométeme que me llamarás si me necesitas —insiste—. Iré a buscarte a donde haga falta.<br />

Asiento. No me cabe duda de que lo hará. Me abraza dos veces más y me da las llaves del coche<br />

de alquiler de Christian, que Hardin ha dejado estacionado en el aparcamiento.<br />

Cuando llego al coche, conecto mi teléfono al cargador y bajo la ventanilla del todo. El coche<br />

huele a Hardin, y los vasos de café de esta mañana siguen en los posavasos y me recuerdan cómo me<br />

ha hecho el amor hace tan sólo unas horas. Era su manera de despedirse de mí; ahora me doy cuenta

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