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AFTER4

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De repente visualizo las manos de Hardin haciendo el mismo gesto, y me aparto.<br />

—Necesito una ducha —le digo a mi amiga justo antes de desmoronarme.<br />

No, no estoy rota. No estoy rota. Estoy vencida. Lo que siento ahora mismo es pura derrota. Me he<br />

pasado meses y meses luchando contra lo inevitable, contra una corriente que era demasiado fuerte<br />

como para enfrentarme a ella yo sola, y ahora se me ha tragado y no hay ningún salvavidas a la vista.<br />

—¡¿Tessa? Tessa, ¿estás bien?! —grita Kimberly desde el otro lado de la puerta del cuarto de<br />

baño.<br />

—Estoy bien —consigo responder, pero las palabras reflejan la debilidad que siento por dentro.<br />

Aunque no siento ni la más mínima fuerza, puedo intentar ocultar un poco la debilidad.<br />

El agua sale fría, lleva saliendo fría varios minutos..., puede que una hora incluso. No tengo ni la<br />

menor idea de cuánto tiempo llevo aquí, acurrucada en el suelo de la ducha, con las rodillas contra el<br />

pecho y el agua fría cayendo sobre mí. Antes notaba un dolor tremendo, pero mi cuerpo se ha vuelto<br />

insensible hace ya rato, cuando Kimberly me ha preguntado por enésima vez si estaba bien.<br />

—Tienes que salir de esa ducha —insiste—. No creas que no soy capaz de echar la puerta abajo.<br />

No dudo ni por un momento de que sea capaz de hacerlo. Ya he pasado por alto su amenaza unas<br />

cuantas veces, pero en esta ocasión alargo la mano y cierro el grifo del agua. No obstante, sigo sin<br />

moverme del suelo.<br />

Aparentemente satisfecha de que el agua haya cesado de correr, pasa otro rato más hasta que<br />

vuelvo a oírla. Sin embargo, la siguiente vez que llama a la puerta le contesto que salgo dentro de un<br />

momento.<br />

Para cuando me levanto, las piernas me tiemblan y tengo el pelo casi seco. Rebusco en mi bolsa y<br />

me visto en modo automático. Me pongo los vaqueros: una pierna, luego la otra. Levanto los brazos.<br />

Me bajo la camiseta por el estómago. Me siento como un robot, y cuando paso la mano por el espejo,<br />

veo que también lo parezco.<br />

«¿Cuántas veces va a hacerme esto?», le pregunto en silencio a mi reflejo.<br />

«No, ¿cuántas veces voy a dejar que me haga esto?» Ésa es la pregunta que debo plantearme.<br />

—Ni una más —digo en voz alta a la extraña que me devuelve la mirada.<br />

Voy a buscarlo, por última vez, sólo por su familia. Sacaré su culo de Londres y haré lo que<br />

debería haber hecho hace mucho tiempo.

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