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CAPÍTULO 9<br />

Tessa<br />

—Dúchate, anda. Estás espantosa, hija —dice Kimberly en tono amable a pesar de que sus palabras<br />

son poco halagadoras.<br />

Hardin sigue sentado a la mesa, con una taza de café entre sus grandes manos. Apenas me ha<br />

mirado desde que he entrado en la cocina y lo he encontrado hablando con Smith. La idea de que<br />

ambos pasen tiempo juntos como hermanos me enternece el corazón.<br />

—Tengo toda mi ropa en el coche de alquiler aparcado en ese bar —le digo a Kim.<br />

Estoy deseando darme una ducha, pero no tengo nada que ponerme.<br />

—Ponte algo mío —sugiere ella, aunque ambas sabemos que no cabría en su ropa—. O de<br />

Christian. Tiene algunos shorts y una camiseta que...<br />

—No, ni hablar —interrumpe Hardin lanzándole a Kimberly una mirada asesina y poniéndose de<br />

pie—. Iré a por tus cosas. No vas a llevar nada suyo.<br />

Ella abre la boca para protestar, pero la cierra antes de que salgan las palabras. La miro con<br />

agradecimiento, aliviada de que no haya estallado ninguna guerra en la cocina de su suite del hotel.<br />

—¿A qué distancia está Gabriel’s de aquí? —pregunto, esperando que alguno de ellos sepa la<br />

respuesta.<br />

—A diez minutos. —Hardin extiende la mano para que le entregue las llaves del coche.<br />

—¿Estás en condiciones de conducir? —He conducido yo desde Allhallows porque el alcohol<br />

seguía en su organismo, y todavía tiene los ojos vidriosos.<br />

—Sí —responde secamente.<br />

Estupendo. La sugerencia de Kimberly de que tome prestada la ropa de Christian ha hecho que<br />

Hardin pase de estar malhumorado a cabreado en cuestión de segundos.<br />

—¿Quieres que te acompañe? Puedo conducir yo el coche de alquiler, ya que tú tienes el coche<br />

de Christian... —empiezo, pero me interrumpe al instante.<br />

—No. Estaré bien.<br />

No me gusta su tono impaciente, pero me muerdo la lengua, literalmente, para evitar echarle una<br />

bronca. No sé qué me pasa últimamente que cada vez me cuesta más mantener la boca cerrada. Y eso<br />

es, sin duda, algo positivo para mí. Puede que no para Hardin, pero desde luego sí para mí.<br />

Abandona la suite sin decir ni una palabra más y ni siquiera me mira. Me quedo observando la<br />

pared durante largos minutos en silencio antes de que la voz de Kimberly interrumpa mi trance.<br />

—¿Cómo lo lleva? —pregunta guiándome hacia la mesa.<br />

—No muy bien. —Ambas tomamos asiento.<br />

—Ya veo. Quemar una casa no es precisamente la manera más sana de lidiar con la rabia —dice<br />

sin juzgarlo lo más mínimo.

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