AFTER4
descaro; roza lo perturbador. Cuando la pequeña mira a su madre, el labio inferior de Tessa empieza a temblar. «¿A qué viene esto? ¿Es a causa de mi reacción por la nueva revelación sobre mi familia?» El cajero ha guardado todas mis cosas y sostiene la bolsa de un modo un poco grosero delante de mi cara para captar mi atención. Por lo visto, en el instante en que Tessa ha dejado de mirarlo, ha decidido ser desagradable conmigo. Agarro la bolsa de plástico y me inclino hacia ella. —¿Lista? —pregunto dándole un golpecito con el codo. —Sí, perdona —balbucea, y recoge los cafés del mostrador. Lleno el depósito del coche mientras me planteo las consecuencias de conducir hasta el mar con el coche de alquiler de Vance. Si estamos en Allhallows, tenemos la costa al lado; llegaríamos en un momento. —¿A qué distancia estamos del bar Gabriel’s? —pregunta Tessa cuando me reúno con ella—. Nuestro coche de alquiler está allí. —A una hora y media, teniendo en cuenta el tráfico. «El coche se hunde lentamente en el mar, lo que a Vance le costaría decenas de miles de libras, y nosotros cogemos un taxi hasta Gabriel’s por unas doscientas. Es un trato justo.» Tessa le quita el tapón al pequeño bote de aspirinas y me echa tres en la mano. Después frunce el ceño y mira la pantalla de su móvil, que acaba de iluminarse. —¿Quieres hablar de lo de anoche? —me pregunta—. Acabo de recibir un mensaje de Kimberly. Un montón de interrogantes empiezan a abrirse paso entre las borrosas imágenes y las voces de anoche y emergen a la superficie de mi mente... Vance me cerró la puerta y volvió a la casa en llamas... Tessa sigue mirando la pantalla de su teléfono y yo cada vez estoy más preocupado. —No estará... —No sé cómo plantear esta pregunta. No consigo que atraviese el nudo que tengo en la garganta. Tessa me mira y sus ojos se inundan de lágrimas. —Está vivo, claro, pero... —¿Qué? ¿Qué le ha pasado? —inquiero. —Dice que tiene quemaduras. Un ligero y desagradable dolor intenta atravesar las grietas de mis defensas. Unas grietas que ella misma abrió. Se seca un ojo con el dorso de la mano. —Sólo en una pierna. Kim dice que sólo en una pierna, y que lo arrestarán en cuanto le den el alta en el hospital, que será pronto; al parecer, de un momento a otro. —¿Que lo arrestarán? ¿Por qué? —Conozco la respuesta antes de que me la dé. —Le ha dicho a la policía que fue él quien provocó el incendio. Tessa me planta su mierda de teléfono delante de la cara para que lea yo mismo el larguísimo mensaje de Kimberly. Lo leo entero y compruebo que no dice nada más, aunque me hago buena cuenta del pánico de
Kimberly. No digo nada. No tengo nada que decir. —Y ¿bien? —pregunta Tessa con suavidad. —Y ¿bien, qué? —¿No estás ni siquiera mínimamente preocupado por tu padre? —Después, al ver mi mirada asesina, añade—: Quiero decir, por Christian. «Está herido por mi culpa.» —No debería haberse presentado allí —replico. Tessa parece horrorizada ante mi indiferencia. —Hardin. Ese hombre fue allí para ayudarme, y para ayudarte a ti. Al intuir el comienzo de un discursito, la interrumpo: —Tessa, ya sé que... Pero ella me sorprende levantando una mano para hacerme callar. —No he terminado. Por no hablar de que ha cargado con las culpas de un incendio que tú has provocado y que está herido. Te quiero, y sé que ahora mismo lo odias, pero te conozco, conozco al verdadero Hardin, así que no te quedes ahí sentado fingiendo que no te importa una mierda lo que le pase, porque sé perfectamente que no es así. Una tos violenta finaliza su furioso discurso, y le acerco la botella de agua a la boca. Me tomo un instante para rumiar sus palabras mientras su tos se calma. Tiene razón, por supuesto que la tiene, pero no estoy preparado para enfrentarme a ninguna de las cosas que acaba de mencionar. Joder, no estoy preparado para admitir que ha hecho algo por mí, no después de todos estos años. No estoy preparado para que, de repente, se comporte como un padre conmigo. Joder, ni hablar. No quiero que nadie, y menos él, piense que esto de alguna manera compensa la balanza, que de algún modo olvidaré toda la mierda que se perdió, todas las noches que me pasé oyendo cómo mis padres se gritaban, todas las veces que subí la escalera corriendo al oír el sonido de la voz ebria de mi padre, y el hecho de que él lo sabía y no me lo dijo en todo ese tiempo. Y una mierda. Esto no compensa nada de todo eso, y nunca lo hará. —¿Crees que voy a perdonarlo por una quemadura de nada en la pierna y porque haya decidido autoinculparse? —me paso las manos por el pelo—. ¡¿Esperas que lo perdone por haberme mentido durante veintiún putos años?! —pregunto gritando mucho más de lo que pretendía. —¡No, por supuesto que no! —dice ella, levantando también la voz. Me preocupa que se le rompa alguna cuerda vocal o algo, pero Tessa continúa—: Pero me niego a dejar que le quites importancia como si esto fuese una minucia. Va a ir a la cárcel por ti, y actúas como si ni siquiera te importara su estado de salud. Estuviera o no presente, te mintiera o no, sea tu padre o no, te quiere, y anoche te salvó el culo. «No me lo puedo creer...» —Joder, ¿de qué lado estás tú? —¡No hay ningún lado! —grita, y su voz resuena en el reducido espacio y no ayuda en absoluto a mi dolor de cabeza—. Todo el mundo está de tu lado, Hardin. Sé que tienes la sensación de estar solo contra el mundo, pero mira a tu alrededor: me tienes a mí, a tu padre (a los dos), a Karen, que te quiere como si fueses su hijo, a Landon, que te quiere más de lo que ninguno de los dos admitiréis
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descaro; roza lo perturbador. Cuando la pequeña mira a su madre, el labio inferior de Tessa empieza<br />
a temblar.<br />
«¿A qué viene esto? ¿Es a causa de mi reacción por la nueva revelación sobre mi familia?»<br />
El cajero ha guardado todas mis cosas y sostiene la bolsa de un modo un poco grosero delante de<br />
mi cara para captar mi atención. Por lo visto, en el instante en que Tessa ha dejado de mirarlo, ha<br />
decidido ser desagradable conmigo.<br />
Agarro la bolsa de plástico y me inclino hacia ella.<br />
—¿Lista? —pregunto dándole un golpecito con el codo.<br />
—Sí, perdona —balbucea, y recoge los cafés del mostrador.<br />
Lleno el depósito del coche mientras me planteo las consecuencias de conducir hasta el mar con<br />
el coche de alquiler de Vance. Si estamos en Allhallows, tenemos la costa al lado; llegaríamos en un<br />
momento.<br />
—¿A qué distancia estamos del bar Gabriel’s? —pregunta Tessa cuando me reúno con ella—.<br />
Nuestro coche de alquiler está allí.<br />
—A una hora y media, teniendo en cuenta el tráfico.<br />
«El coche se hunde lentamente en el mar, lo que a Vance le costaría decenas de miles de libras, y<br />
nosotros cogemos un taxi hasta Gabriel’s por unas doscientas. Es un trato justo.»<br />
Tessa le quita el tapón al pequeño bote de aspirinas y me echa tres en la mano. Después frunce el<br />
ceño y mira la pantalla de su móvil, que acaba de iluminarse.<br />
—¿Quieres hablar de lo de anoche? —me pregunta—. Acabo de recibir un mensaje de Kimberly.<br />
Un montón de interrogantes empiezan a abrirse paso entre las borrosas imágenes y las voces de<br />
anoche y emergen a la superficie de mi mente... Vance me cerró la puerta y volvió a la casa en<br />
llamas...<br />
Tessa sigue mirando la pantalla de su teléfono y yo cada vez estoy más preocupado.<br />
—No estará... —No sé cómo plantear esta pregunta. No consigo que atraviese el nudo que tengo<br />
en la garganta.<br />
Tessa me mira y sus ojos se inundan de lágrimas.<br />
—Está vivo, claro, pero...<br />
—¿Qué? ¿Qué le ha pasado? —inquiero.<br />
—Dice que tiene quemaduras.<br />
Un ligero y desagradable dolor intenta atravesar las grietas de mis defensas. Unas grietas que ella<br />
misma abrió.<br />
Se seca un ojo con el dorso de la mano.<br />
—Sólo en una pierna. Kim dice que sólo en una pierna, y que lo arrestarán en cuanto le den el<br />
alta en el hospital, que será pronto; al parecer, de un momento a otro.<br />
—¿Que lo arrestarán? ¿Por qué? —Conozco la respuesta antes de que me la dé.<br />
—Le ha dicho a la policía que fue él quien provocó el incendio.<br />
Tessa me planta su mierda de teléfono delante de la cara para que lea yo mismo el larguísimo<br />
mensaje de Kimberly.<br />
Lo leo entero y compruebo que no dice nada más, aunque me hago buena cuenta del pánico de