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AFTER4

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delante de nuestra hija.<br />

Sabía que era su manera de enseñarme quién mandaba. Teníamos una regla, sólo una regla en<br />

nuestra casa: nada de peleas delante de los niños. Mis hijos nunca iban a verme levantándole la voz a<br />

su madre. Nunca.<br />

Lo que no significaba que Tessa no me sacara de mis casillas. Era cabezota e insolente, unos<br />

rasgos encantadores que no habían hecho más que acentuarse con la edad.<br />

Auden entró entonces en la cocina con la mochila a cuestas y los auriculares puestos. Estaba<br />

obsesionado con la música y el arte, y eso me encantaba.<br />

—Ahí está mi hijo favorito —dije.<br />

Tessa y Emery resoplaron indignadas y me lanzaban miradas asesinas. Me eché a reír y Auden<br />

asintió con la cabeza, el saludo oficial de todo adolescente que se precie. ¿Qué puedo decir? Había<br />

empezado muy pronto con el sarcasmo, exactamente igual que yo.<br />

Auden besó a su madre en la mejilla y a continuación cogió una manzana del frutero. Tessa sonrió<br />

y se le dulcificó la mirada. Auden era muy cariñoso, mientras que Emery a todas horas soltaba<br />

impertinencias. Él siempre se mostraba paciente y nunca decía una palabra más alta que otra,<br />

mientras que Emery era testaruda y tenía una opinión para todo. Ninguno de los dos era mejor que el<br />

otro, simplemente eran diferentes del mejor modo posible. Sorprendentemente, se llevaban muy bien.<br />

Emery pasaba buena parte de su tiempo libre con su hermano pequeño, lo llevaba a los ensayos del<br />

grupo e iba a sus exposiciones.<br />

—Decidido. ¡Me lo voy a pasar bomba! —Emery comenzó a dar palmas y se fue brincando hacia<br />

la puerta principal.<br />

Auden se despidió de nosotros y siguió a su hermana para ir al colegio.<br />

—¿Cómo nos hemos convertido en los padres de unos hijos así? —me preguntó Tessa meneando<br />

la cabeza.<br />

—No tengo ni puta idea. —Me eché a reír y abrí los brazos para recibirla—. Ven aquí. —Mi<br />

chica preciosa se acercó a mí y se recostó en mis brazos.<br />

—Ha sido un largo camino —suspiró, y le puse las manos en los hombros para darle un masaje.<br />

Noté que se relajaba al instante. Se volvió hacia mí, con sus ojos gris azulado todavía rebosantes<br />

de amor, tras todos estos años.<br />

Después de todo, lo conseguimos. No sé de qué demonios están hechas las almas, pero la suya y la<br />

mía son una sola.

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