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AFTER4

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—¿Tú también eres tonto? —preguntó su pequeña vocecita.<br />

No me cabía el corazón en el pecho.<br />

«Joder, si lo es», quise decir.<br />

—Joder, si lo soy —contestó por mí. Puse los ojos en blanco y tomé nota mentalmente de que<br />

debía advertirle acerca de que no dijera tacos delante de la niña. Ya no lo hacía tanto como antes,<br />

pero a veces se le escapaban.<br />

Emery empezó a contarle que Addy le había dicho que ya no eran mejores amigas y Hardin, como<br />

es un padrazo, la escuchó de cabo a rabo y comentó cada frase. Para cuando terminaron, yo había<br />

vuelto a enamorarme de mi chico malcarado.<br />

Estaba apoyada en la pared en el momento en que él salió de la habitación y cerró la puerta.<br />

Sonrió al verme.<br />

—La vida en primer curso es muy dura —dijo entre risas, y lo abracé por la cintura.<br />

—Sabes cómo tratarla. —Me acerqué a él todo cuanto mi barriga me lo permitía.<br />

Me puso de lado y me besó en los labios.<br />

Diez años después<br />

Hardin<br />

—¿Va en serio, papá? —Emery me lanzaba miradas asesinas desde el otro lado de la isleta de la<br />

cocina. Tamborileaba con las uñas sobre la superficie de granito y ponía los ojos en blanco, igual<br />

que su madre.<br />

—Sí, muy en serio. Ya te lo he dicho: eres demasiado joven para eso.<br />

Me destapé un poco el vendaje del brazo. La noche anterior me había retocado algunos de los<br />

tatuajes del brazo. Era alucinante cómo se habían estropeado con los años.<br />

—Tengo diecisiete años. Es el viaje de fin de curso. ¡El año pasado, el tío Landon dejó que<br />

Addy fuera! —gritó mi preciosa hija.<br />

Tenía el pelo liso y rubio y le colgaba por los hombros. Se movía cuando hablaba. Sus ojos<br />

verdes eran intensos y seguía defendiendo su causa y diciendo que soy el peor padre del mundo, blabla-bla.<br />

—¡No es justo! ¡Tengo una media de sobresaliente, y dijiste...!<br />

—Ya basta, cariño. —Le pasé el desayuno por encima de la isleta y se quedó mirando los huevos<br />

como si ellos también tuvieran la culpa de que yo le estuviera arruinando la vida—. Lo siento, pero<br />

no vas a ir. A menos que accedas a que te acompañe de carabina.<br />

—No, de eso ni hablar. —Meneó la cabeza con decisión—. Ni lo sueñes.<br />

—Entonces olvídate del viaje.<br />

Se fue dando zancadas y a los pocos segundos Tessa vino hacia mí, con Emery detrás.<br />

«Maldita sea.»<br />

—Hardin, ya lo hemos hablado. Se va de viaje. Ya se lo hemos pagado —me recordó Tessa

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