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AFTER4

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ascendieron lentamente por mis muslos.<br />

—¿Papaíto? —dije con voz grave, y Tessa se echó a reír nerviosa, una risa tonta fuera de lugar.<br />

—No esa clase de papaíto. Pervertido. —Me pasó la mano por la abultada entrepierna y le di la<br />

vuelta para poder verle la cara.<br />

Estaba sonriente, con una sonrisa resplandeciente, y no era capaz de hacerla encajar con lo que<br />

me estaba diciendo.<br />

—¿Lo ves? —Se metió la mano en el bolsillo del vestido y sacó algo. Un papel.<br />

Yo no entendía nada, pero tengo fama de no pillar las cosas importantes a la primera. Lo<br />

desdobló y me lo puso en la mano.<br />

—¿Qué es? —pregunté mirando el texto borroso.<br />

—Estás estropeando el momento —me regañó.<br />

Me eché a reír y me acerqué el papel a la cara.<br />

«Análisis de orina positivo», decía.<br />

—¡Mierda! —dije con un grito quedo y sujetando el papel con más fuerza.<br />

—¿Mierda? —Se echó a reír, con sus ojos gris azulado cargados de emoción—. Me da miedo<br />

ilusionarme demasiado —confesó rápidamente.<br />

Le cogí la mano con el papel arrugado entre nosotros.<br />

—No tengas miedo. —Le di un beso en la frente—. No sabemos lo que va a pasar, así que vamos<br />

a ilusionarnos todo lo que nos dé la gana —dije, y volví a besarla.<br />

—Necesitamos un milagro —asintió ella, intentando bromear, pero parecía muy seria.<br />

Siete meses después, tuvimos un pequeño milagro llamado Emery.<br />

Seis años después<br />

Tessa<br />

Me encontraba sentada a la mesa de la cocina de nuestro nuevo apartamento tecleando en el<br />

ordenador. Estaba organizando tres bodas a la vez y estaba embarazada de nuestro segundo hijo. Un<br />

chico. Íbamos a llamarlo Auden.<br />

Auden iba a ser un chico grande. Tenía una barriga enorme y la piel estirada de nuevo por el<br />

embarazo. Estaba muy cansada, pero decidida a seguir trabajando. Faltaba una semana para una de<br />

las tres bodas y, si digo que estaba ocupada, me quedo corta. Mis pies se habían hinchado y Hardin<br />

me regañaba por trabajar tanto, pero sabía cuándo dejarlo estar. Había conseguido obtener al fin<br />

unos ingresos decentes y me estaba haciendo un nombre. En Nueva York no es fácil abrirse camino<br />

en el mundo de las bodas, pero yo lo había conseguido. Gracias a la ayuda de una amiga, mi negocio<br />

estaba floreciendo y tenía el buzón de voz y el correo electrónico llenos de consultas.<br />

A una de las novias le estaba entrando el pánico. En el último momento, su madre había decidido<br />

invitar a su nuevo marido a la boda y ahora teníamos que reorganizar las mesas. Pan comido.<br />

Se abrió la puerta principal y Emery pasó corriendo junto a mí, pasillo abajo. Ya tenía seis años.

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