AFTER4

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Levantó las manos en gesto de paz y sonrió. —Está bien. Aceptó la derrota con facilidad y supe que tramaba algo cuando me besó en la mejilla. La seguí fuera del servicio y el enfado se me pasó en cuanto vi a Hardin apoyado contra la pared. Se estaba apartando el pelo de la cara, y se recogía hacia atrás los largos mechones con una goma. Me encantaba que llevara el pelo largo. Mi madre arrugó la nariz al verlo hacerse un moño y yo me eché a reír como una niña traviesa. —Le estaba preguntando a Tessa si ya teníais fecha para la posible boda —dijo mi madre mientras él me rodeaba la cintura con el brazo y hundía la cara en mi cuello. Sentí su aliento contra mi piel mientras se reía. —Eso querría saber yo también —le dijo levantando la cabeza—. Pero ya sabes lo cabezota que es tu hija. Mi madre asintió, y yo me sentí orgullosa y a la vez molesta porque se estaban aliando en mi contra. —Lo sé. Se le ha pegado de ti —lo acusó ella. David le cogió entonces la mano y se la llevó a los labios. —Dejadla en paz —intervino—. Acaba de graduarse, vamos a darle tiempo. Le sonreí agradecida y él me guiñó un ojo y volvió a besarle la mano a mi madre. Era muy cariñoso con ella, cosa que yo apreciaba mucho. Dos años después Hardin Llevábamos más de un año intentando quedarnos embarazados. Tessa era consciente de que las probabilidades estaban en nuestra contra, como siempre, pero no perdíamos la esperanza. No la perdimos con los tratamientos de fertilidad ni el calendario de ovulaciones. Follábamos y follábamos y hacíamos el amor sin parar cada vez que teníamos ocasión. Tessa probó los remedios más absurdos, y me hizo beber una pócima dulce y amarga que decía que le había funcionado al marido de una amiga. Landon y su mujer iban a tener un bebé dentro de tres meses e íbamos a ser los padrinos de la pequeña Addelyn Rose. Le enjugué las lágrimas a Tessa mientras preparaba la fiesta prenatal para su mejor amigo y fingí que no nos daba ninguna pena mientras ayudábamos a pintar la habitación de Addy. Fue una mañana normal y corriente. Acababa de hablar por teléfono con Christian. Estábamos preparando un viaje para que Smith viniera a pasar unas semanas con nosotros en verano. O ésa era la excusa, puesto que en realidad quería convencerme para que publicara otro libro con Vance. La idea me gustaba pero fingía que me daba pereza. Quería jugar un poco con él y le daba a entender que estaba esperando una oferta mejor.

Tessa entró como un torbellino por la puerta, sudando. Tenía las mejillas sonrosadas por el aire frío de marzo y el pelo enmarañado por el viento. Volvía de su paseo habitual a casa de Landon pero parecía alterada, incluso asustada, y se me encogió el pecho. —¡Hardin! —exclamó mientras cruzaba el comedor y entraba en la cocina. Tenía los ojos inyectados en sangre y el alma se me cayó al suelo. Me puse en pie y ella levantó una mano para indicarme que esperara un momento. —¡Mira! —me dijo rebuscando en el bolsillo de su chaqueta. Esperé impaciente, en silencio, a que abriera la mano. Era un test de embarazo. Nos habíamos hecho demasiadas ilusiones en el último año, pero le temblaba la mano y la voz se le quebraba cada vez que intentaba hablar. Entonces lo supe. —¿Sí? —Fue todo lo que pude decir. —Sí —asintió con la cabeza y en voz baja, pero con seguridad. La miré y me cogió la cara con las manos. Ni me di cuenta de que se me caían las lágrimas hasta que ella empezó a secármelas. —¿Estás segura? —pregunté como un idiota. —Sí, evidentemente. —Intentó reírse pero se echó a llorar de alegría, igual que yo. La abracé y la senté en la encimera. Apoyé la cabeza en su vientre y le prometí al bebé que sería mucho mejor padre de lo que nunca lo fueron los míos. El mejor padre de la historia. Tessa se estaba arreglando para nuestra cita doble con Landon y su mujer, y yo estaba mirando una de las muchas revistas de novias que Tessa tenía por el apartamento cuando lo oí. Un sonido casi inhumano. Procedía del baño del dormitorio. Me puse en pie de un salto y corrí hacia la puerta. —¡Hardin! —repitió ella. Esta vez ya estaba en la puerta, y la angustia era mayor que en el grito anterior. Abrí la puerta y me la encontré sentada en el suelo, junto a la taza del váter. —¡Algo va mal! —gritó sujetándose la barriga con las manos. Sus bragas estaban en el suelo, manchadas de sangre, y sentí náuseas. No podía hablar. En un instante estaba a su lado en el suelo, sujetándole la cara entre las manos. —Todo irá bien —le mentí buscando el móvil en el bolsillo. Por el tono de voz del médico al otro lado del aparato y la mirada de Tessa, supe que mi peor pesadilla se había hecho realidad. Llevé a mi prometida al coche en brazos y, con cada uno de sus sollozos, yo me moría un poco. Fue un viaje muy muy largo al hospital. Media hora más tarde, nos lo confirmaron. Nos dieron la noticia con delicadeza: Tessa había perdido el bebé. No obstante, cada vez que veía su mirada desolada, me atravesaba un dolor insoportable. —Perdóname. Lo siento mucho —lloraba escondida en mi pecho cuando la enfermera nos dejó a solas.

Tessa entró como un torbellino por la puerta, sudando. Tenía las mejillas sonrosadas por el aire<br />

frío de marzo y el pelo enmarañado por el viento. Volvía de su paseo habitual a casa de Landon pero<br />

parecía alterada, incluso asustada, y se me encogió el pecho.<br />

—¡Hardin! —exclamó mientras cruzaba el comedor y entraba en la cocina. Tenía los ojos<br />

inyectados en sangre y el alma se me cayó al suelo.<br />

Me puse en pie y ella levantó una mano para indicarme que esperara un momento.<br />

—¡Mira! —me dijo rebuscando en el bolsillo de su chaqueta. Esperé impaciente, en silencio, a<br />

que abriera la mano.<br />

Era un test de embarazo. Nos habíamos hecho demasiadas ilusiones en el último año, pero le<br />

temblaba la mano y la voz se le quebraba cada vez que intentaba hablar. Entonces lo supe.<br />

—¿Sí? —Fue todo lo que pude decir.<br />

—Sí —asintió con la cabeza y en voz baja, pero con seguridad.<br />

La miré y me cogió la cara con las manos. Ni me di cuenta de que se me caían las lágrimas hasta<br />

que ella empezó a secármelas.<br />

—¿Estás segura? —pregunté como un idiota.<br />

—Sí, evidentemente. —Intentó reírse pero se echó a llorar de alegría, igual que yo.<br />

La abracé y la senté en la encimera. Apoyé la cabeza en su vientre y le prometí al bebé que sería<br />

mucho mejor padre de lo que nunca lo fueron los míos. El mejor padre de la historia.<br />

Tessa se estaba arreglando para nuestra cita doble con Landon y su mujer, y yo estaba mirando una<br />

de las muchas revistas de novias que Tessa tenía por el apartamento cuando lo oí. Un sonido casi<br />

inhumano.<br />

Procedía del baño del dormitorio. Me puse en pie de un salto y corrí hacia la puerta.<br />

—¡Hardin! —repitió ella. Esta vez ya estaba en la puerta, y la angustia era mayor que en el grito<br />

anterior.<br />

Abrí la puerta y me la encontré sentada en el suelo, junto a la taza del váter.<br />

—¡Algo va mal! —gritó sujetándose la barriga con las manos. Sus bragas estaban en el suelo,<br />

manchadas de sangre, y sentí náuseas. No podía hablar.<br />

En un instante estaba a su lado en el suelo, sujetándole la cara entre las manos.<br />

—Todo irá bien —le mentí buscando el móvil en el bolsillo.<br />

Por el tono de voz del médico al otro lado del aparato y la mirada de Tessa, supe que mi peor<br />

pesadilla se había hecho realidad.<br />

Llevé a mi prometida al coche en brazos y, con cada uno de sus sollozos, yo me moría un poco.<br />

Fue un viaje muy muy largo al hospital.<br />

Media hora más tarde, nos lo confirmaron. Nos dieron la noticia con delicadeza: Tessa había<br />

perdido el bebé. No obstante, cada vez que veía su mirada desolada, me atravesaba un dolor<br />

insoportable.<br />

—Perdóname. Lo siento mucho —lloraba escondida en mi pecho cuando la enfermera nos dejó a<br />

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