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AFTER4

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—Gracias —le contesté mientras me daba su brillo de labios.<br />

Lo acepté gustosa a pesar de que ni quería ni necesitaba retocarme el maquillaje. Parecía<br />

complacida de que no ofreciera resistencia.<br />

—¿Hardin sigue ahí fuera? —le pregunté. El brillo de labios era demasiado oscuro y demasiado<br />

pegajoso para mi gusto, pero sonreí de todos modos.<br />

—Está charlando con David. —Ella también sonreía y mi corazón se alegró un poco más. Mi<br />

madre se pasó los dedos por las puntas de sus rizos—. Lo ha invitado a esa gala en la que va a<br />

participar.<br />

—Estaría bien que vinierais —repuse.<br />

Hardin y mi madre ya no se llevaban tan mal como antes. Él nunca sería su yerno favorito, pero<br />

en los últimos años había llegado a respetarlo de un modo que jamás creía posible.<br />

Yo también he llegado a respetar mucho a Hardin Scott. Duele pensar en los últimos cuatro años<br />

de mi vida y recordar cómo era. Yo tampoco era perfecta, pero él se aferraba a su pasado con tanta<br />

insistencia que me destrozó por el camino. Cometió errores, errores terribles y devastadores, pero le<br />

pasaron factura. Nunca sería el hombre más paciente, tierno y cariñoso del mundo, pero era mío.<br />

Siempre lo ha sido.<br />

Aun así, tuve que distanciarme de él después de trasladarme a Nueva York con Landon. Nos<br />

estuvimos viendo sin que fuera «nada serio», o lo menos serio que podíamos, tratándose de nosotros.<br />

No me presionó para que me fuera a vivir a Chicago y yo no le supliqué que se viniera a vivir a<br />

Nueva York. No se trasladó aquí hasta un año después de la boda de Landon, pero conseguimos<br />

hacer que funcionara a base de visitarnos siempre que podíamos. Hardin venía a verme más a mí que<br />

yo a él. Sospechaba de sus repentinos «viajes de negocios» a la ciudad, pero siempre me alegraba<br />

mucho de verlo y me entristecía cuando se marchaba.<br />

Nuestro apartamento en Brooklyn no estaba mal. Aunque él ganaba mucho dinero, estaba<br />

dispuesto a vivir en un sitio que yo pudiera permitirme. Seguí trabajando en el restaurante mientras<br />

organizaba bodas e iba a clase, y él sólo se quejaba un poco.<br />

Seguíamos sin casarnos, cosa que lo volvía loco. Yo no paraba de darle vueltas al asunto sin<br />

llegar a decidirme. Sí, quería ser su esposa, pero estaba cansada de tener que ponerle etiquetas a<br />

todo. No necesitaba esa etiqueta tal y como creía necesitarla de pequeña.<br />

Como si mi madre pudiera leerme el pensamiento, se acercó y me arregló el collar.<br />

—¿Ya tenéis fecha? —me preguntó por tercera vez esa semana.<br />

Me encantaba que mi madre, David y su hija vinieran a visitarnos, pero me sacaba de mis<br />

casillas su nueva obsesión: mi boda con Hardin o, más bien, que no hubiera boda a la vista.<br />

—Mamá —le advertí.<br />

Podía tolerar que me arreglara, incluso había dejado que esa mañana eligiera qué complementos<br />

iba a ponerme, pero no iba a aguantar que me sacara el tema de nuevo.

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