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AFTER4

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—Vaya —dice Tessa riéndose suavemente—. ¿Cómo no iban a poner esta canción?<br />

Le aparto un mechón rebelde de los ojos y ella traga saliva y parpadea despacio.<br />

—Hardin, me alegro tanto por ti... Eres un autor increíble, un gran activista de la superación a la<br />

adicción al alcohol. Vi la entrevista que hiciste para The Times sobre el maltrato infantil. —Sus ojos<br />

se inundan, y estoy convencido de que, como derrame esas lágrimas, perderé completamente la<br />

compostura.<br />

—No es para tanto —digo quitándole importancia. Me encanta que se sienta orgullosa de mí,<br />

pero me siento culpable por lo que le causó a ella—. No esperaba nada de esto, y lo sabes. No<br />

pretendía avergonzarte públicamente escribiendo ese libro. —Le he dicho esto una infinidad de<br />

veces, y siempre tiene la misma respuesta positiva que darme.<br />

—No te preocupes. —Me sonríe—. No fue para tanto, y has ayudado a mucha gente; a muchas<br />

personas les encantan tus libros, yo incluida. —Tessa se ruboriza, y yo también.<br />

—Ésta debería ser nuestra boda. —Las palabras salen solas de mi boca.<br />

Sus pies dejan de moverse, y parte del brillo desaparece de su hermosa piel.<br />

—Hardin. —Me fulmina con la mirada.<br />

—Theresa —la provoco.<br />

No estoy de broma, y ella lo sabe.<br />

—Creía que esa última página te haría cambiar de idea. En serio que lo pensaba.<br />

—¿Podéis prestarme atención, por favor? —dice entonces la hermana de la novia a través del<br />

micrófono.<br />

Esa mujer es irritante de cojones. Está en el escenario, en el centro de la sala, pero apenas puedo<br />

verla por encima de la mesa que tiene delante de lo bajita que es.<br />

—Tengo que prepararme para mi discurso —refunfuño, y me paso la mano por el pelo.<br />

—¿Vas a dar un discurso? —Tessa me sigue hasta la mesa que me han asignado para el banquete.<br />

Debe de haberse olvidado del médico, y he de decir que no me importa lo más mínimo. De<br />

hecho, me encanta que así sea.<br />

—Sí —asiento—. Soy el padrino, ¿recuerdas?<br />

—Lo sé. —Me da un empujoncito en el hombro y yo la agarro de la muñeca. Pienso en<br />

llevármela a la boca y plantarle un beso allí, pero me detengo sorprendido al ver un pequeño círculo<br />

negro tatuado en ella.<br />

—¿Qué coño es esto? —Acerco su muñeca más a mi cara.<br />

—Perdí una apuesta el día en que cumplí veintiún años. —Se ríe.<br />

—¿En serio te has tatuado una cara sonriente? Pero ¿qué coño...? —No puedo evitar echarme a<br />

reír.<br />

La minúscula cara sonriente es tan ridícula y está tan mal hecha que resulta graciosa. Sin<br />

embargo, me habría gustado estar ahí para ver cómo se lo hacía, y por su cumpleaños.<br />

—Por supuesto —asiente con orgullo y se pasa el dedo índice por la tinta.<br />

—¿Tienes algún otro? —Espero que no.<br />

—Ni hablar. Sólo éste.<br />

—¡Hardin! —La mujer bajita me llama y yo cumplo mi deseo de besar la muñeca de Tessa.

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