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CAPÍTULO 75<br />

Tessa<br />

Una vez en el apartamento, me tomo un instante para ordenar mis pensamientos, que son muy<br />

dispares. Cuando alcanzo el archivador que descansa sobre la mesa veo que todas las páginas están<br />

desordenadas y embutidas dentro.<br />

Cojo la primera y contengo la respiración mientras me preparo para leer. «¿Me harán cambiar de<br />

idea sus palabras? ¿Me harán daño?» Ni siquiera estoy segura de estar lista para averiguarlo, pero sé<br />

que necesito hacer esto. Necesito leer sus palabras y sus emociones para saber qué se le pasaba por<br />

la cabeza todas esas veces en que yo era incapaz de leer su mente.<br />

Y en ese momento lo supo. En ese momento supo que quería pasar su vida entera con ella; que su vida no tendría sentido y estaría<br />

vacía sin la luz que Tessa arroja. Ella le daba esperanza. Ella le hacía sentir que tal vez, sólo tal vez, podía ser algo más que su<br />

pasado.<br />

Dejo caer la página al suelo y empiezo con otra.<br />

Vivía su vida para sí mismo, y entonces todo cambió. Se convirtió en mucho más que en una rutina de despertarse y acostarse.<br />

Ella le daba todo lo que él nunca supo que necesitaba.<br />

No podía creer la mierda que salía por su boca. Era despreciable. Hacía daño a la gente que lo amaba y no podía parar. «¿Por qué<br />

me quieren? —se preguntaba constantemente—. ¿Por qué iba nadie a quererme? No me lo merezco.» Esos pensamientos inundaban<br />

su mente, lo atormentaban por mucho que los ocultara; siempre volvían.<br />

Quería secarle las lágrimas a besos, quería decirle que lo sentía y que era un hombre torturado, pero no podía. Era un cobarde; sus<br />

daños no tenían remedio, y el hecho de tratarla de ese modo hacía que se odiara todavía más a sí mismo.<br />

Su risa, su risa era el sonido que lo sacaba de la oscuridad y lo guiaba hacia la luz. Su risa lo arrastraba, como si fuera una correa<br />

alrededor de su puto cuello, a través de la mierda que nublaba su mente y que infectaba sus pensamientos. Él no era como su padre,<br />

y en ese instante, mientras se alejaba de él, decidió que jamás dejaría que los errores de sus padres volvieran a controlar su vida.<br />

Decidió en ese mismo momento que esa mujer merecía más de lo que un hombre roto podía ofrecerle, de modo que hizo todo lo que<br />

estuvo en su mano para compensárselo.<br />

Continúo leyendo, página tras página, confesión tras oscura confesión. Las lágrimas empapan mis<br />

mejillas, así como algunas páginas de esta hermosa pero retorcida historia.<br />

Necesitaba decírselo, necesitaba decirle cuánto lo sentía por haber tenido la desfachatez de echarle lo de los hijos en cara. Era un<br />

egoísta que sólo pensaba en el modo de hacerle daño, y no estaba preparado para admitir lo que realmente quería de la vida con ella.<br />

No estaba preparado para decirle que sería una madre maravillosa, que no se parecería en nada a la mujer que la crio. No estaba<br />

preparado para decirle que pondría todo su empeño en ser lo bastante bueno como para criar a un niño junto a ella. No estaba<br />

preparado para decirle que lo aterraba cometer los mismos errores que su padre, como tampoco lo estaba para admitir que tenía<br />

miedo de fracasar. No encontraba las palabras para expresar que no deseaba volver a casa borracho, y no quería que sus hijos<br />

huyeran de él como él lo había hecho de su propio padre.<br />

Quería casarse con ella, pasar la vida a su lado, disfrutando de su ternura y de su calor. No podía imaginar una vida sin ella, y<br />

estaba intentando encontrar la forma de decírselo, de demostrarle que realmente podía cambiar, y que podía ser digno de ella.

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