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AFTER4

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—Sí, los demonios. Cuando estás borracho, estás lleno de ellos. —Sonrió—. Sé que parte de lo<br />

que acabo de leer no lo escribiste tú. Tuvieron que ser los demonios.<br />

Sacudí la cabeza. Él tenía razón, por supuesto, pero no podía dejar de imaginarme un diablillo<br />

rojo sobre mi hombro, escribiendo las mierdas de algunas de esas páginas.<br />

—Permitirás que ella lea esto cuando lo hayas terminado, ¿verdad?<br />

Mojé un palito de queso en la salsa e intenté no insultarlo por fastidiarme mis divertidos<br />

pensamientos sobre pequeñas criaturas demoníacas.<br />

—No. Jamás permitiré que lea esta mierda —dije golpeteando el archivador de piel, y recordé la<br />

ilusión que le hacía a Tessa que lo usara cuando me lo compró.<br />

Yo rechazaba la idea, cómo no, pero me encantó esa tontería.<br />

—Pues deberías. Bueno, mejor si quitas algunas de las cosas más retorcidas, sobre todo la parte<br />

que habla sobre su infertilidad. Es muy cruel.<br />

—Lo sé.<br />

No lo miré; miré la mesa y me encogí, preguntándome en qué cojones estaba pensando cuando<br />

escribí esa mierda.<br />

—Deberías plantearte hacer algo con ello. No soy ningún experto en literatura ni en Heningsway,<br />

pero sé que lo que acabo de leer es muy pero que muy bueno.<br />

Tragué saliva y decidí pasar por alto su error de pronunciación.<br />

—¿Que lo publique? —me eché a reír—. Joder, ni hablar —dije zanjando la conversación.<br />

Sin embargo, estaba absolutamente harto de acudir a innumerables entrevistas de trabajo, y salía<br />

de todas ellas sintiéndome aún menos motivado que con la anterior. No me imaginaba sentado en<br />

ninguna de esas oficinas de mierda. Quería trabajar en el sector editorial, en serio, pero acabé<br />

releyendo página tras página de mis espantosos pensamientos y, cuanto más lo leía y recordaba, más<br />

quería..., no, más necesitaba hacer algo con ello.<br />

Me quedaba allí sentado, rogándome a mí mismo que lo intentara al menos, y se me pasó por la<br />

cabeza que si ella lo leía, después de que hubiera eliminado las partes más duras, le encantaría. Se<br />

convirtió en una obsesión, y me sorprendió ver el interés que la gente parecía tener en leer el camino<br />

hacia la recuperación de otra persona.<br />

Por patético que parezca, la cosa cuajó. Envié una copia por correo electrónico a todas las<br />

editoriales que pudieran estar interesadas a través de un agente que conocía de mi época en Vance.<br />

Al parecer, los días de presentarse con un tocho de páginas escritas mitad a mano mitad a máquina ya<br />

han pasado.<br />

Pero con esto lo conseguiría, o al menos eso pensé. Estaba convencido de que este libro sería el<br />

gran gesto que ella necesitaba para readmitirme en su vida. Aunque, por supuesto, creía que sería<br />

mucho más adelante, cuando se hubiera impreso y ella hubiera tenido más tiempo para hacer lo que<br />

cojones sea que esté haciendo aquí en Nueva York.<br />

No puedo seguir aquí sentado. Mi recién hallada paciencia tiene un límite, y lo he alcanzado.<br />

Odio con todas mis fuerzas pensar que Tessa deambula por esta inmensa ciudad sola, cabreada<br />

conmigo. Ya hace mucho rato que se ha ido, y tengo muchas explicaciones que darle.<br />

Cojo la última página del libro y me la meto en el bolsillo sin molestarme en doblarla. Después

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