AFTER4
»—Tú eres la persona a la que más quiero en el mundo. »Era verdad, por mucha vergüenza que le diese admitirlo. La amaba, y desde ese mismo momento supo que su vida jamás volvería a ser igual después de ella. »Si ella lo dejara, si se pasara el resto de su vida ausente de la suya, él seguiría sin volver a ser el mismo. Ella lo había alterado, y ahí estaba él, con los nudillos ensangrentados y demás, queriendo ser mejor por ella.» Al día siguiente me encontré dándole al montón de páginas arrugadas y manchadas de café un nombre: After. Yo todavía no estaba preparado ni tenía en mente publicarlo, hasta que cometí el error de comentarlo en una de mis sesiones de terapia de grupo hace unos meses. Luke sacó el archivador de debajo de mi silla de plástico mientras yo le narraba la historia de cómo había incendiado la casa de mi madre hasta los cimientos. Me costó un mundo contarlo. Odio hablar de esa mierda, pero mantuve la mirada curiosa que me observaba y fingí que Tessa estaba allí, en esa habitación, sonriendo y orgullosa de mí por haber compartido mi momento más oscuro con un grupo de extraños que estaban tan jodidos como yo... lo estaba. Me agaché para recoger el archivador cuando el doctor Tran se despidió del grupo. Sentí un pánico instantáneo cuando me volví hacia Luke y lo descubrí en sus manos. —¿Qué es todo esto? —preguntó ojeando una página. —Si me hubieses conocido hace un mes, ahora mismo te estarías tragando los putos dientes. —Lo fulminé con la mirada y le arranqué el archivador de un tirón. —Perdona, tío, se me dan fatal las convenciones sociales. —Sonrió algo apurado y, por alguna razón, el gesto hizo que sintiera que podía confiar en él. —Salta a la vista. Puse los ojos en blanco y volví a meter todas las páginas sueltas en los compartimentos. Él se echó a reír. —¿Me dirás qué es si te invito a un refresco aquí al lado? —Qué patéticos somos. Un par de alcohólicos en proceso de rehabilitación negociando sobre la lectura de una historia real. —Sacudí la cabeza, preguntándome cómo había llegado a esta situación a una edad tan temprana, pero dando gracias de que Tessa apareciera en mi vida. De no ser por ella, seguiría ocultándome en la oscuridad, pudriéndome lentamente. —Bueno, un refresco no hará que incendies ninguna casa, y tampoco hará que yo le diga cosas horribles a Kaci. —Cierto. Los refrescos son inofensivos —repuse. Sabía que Luke iba a ver al doctor Tran por algo más que para recibir consejos de pareja, pero decidí no ser un capullo redomado y no decirle nada al respecto. Fuimos hasta el restaurante de al lado. Yo pedí un montón de comida, a su costa, y acabé dejándole leer algunas páginas de mis confesiones. Veinte minutos después, tuve que cortarlo. Lo habría leído todo si lo hubiese dejado. —Esto es increíble, tío, en serio. Es..., algunas cosas son horribles, pero te entiendo. No eras tú quien hablaba, sino los demonios. —Los demonios, ¿eh? —dije, y bebí un largo trago hasta terminarme mi refresco.
—Sí, los demonios. Cuando estás borracho, estás lleno de ellos. —Sonrió—. Sé que parte de lo que acabo de leer no lo escribiste tú. Tuvieron que ser los demonios. Sacudí la cabeza. Él tenía razón, por supuesto, pero no podía dejar de imaginarme un diablillo rojo sobre mi hombro, escribiendo las mierdas de algunas de esas páginas. —Permitirás que ella lea esto cuando lo hayas terminado, ¿verdad? Mojé un palito de queso en la salsa e intenté no insultarlo por fastidiarme mis divertidos pensamientos sobre pequeñas criaturas demoníacas. —No. Jamás permitiré que lea esta mierda —dije golpeteando el archivador de piel, y recordé la ilusión que le hacía a Tessa que lo usara cuando me lo compró. Yo rechazaba la idea, cómo no, pero me encantó esa tontería. —Pues deberías. Bueno, mejor si quitas algunas de las cosas más retorcidas, sobre todo la parte que habla sobre su infertilidad. Es muy cruel. —Lo sé. No lo miré; miré la mesa y me encogí, preguntándome en qué cojones estaba pensando cuando escribí esa mierda. —Deberías plantearte hacer algo con ello. No soy ningún experto en literatura ni en Heningsway, pero sé que lo que acabo de leer es muy pero que muy bueno. Tragué saliva y decidí pasar por alto su error de pronunciación. —¿Que lo publique? —me eché a reír—. Joder, ni hablar —dije zanjando la conversación. Sin embargo, estaba absolutamente harto de acudir a innumerables entrevistas de trabajo, y salía de todas ellas sintiéndome aún menos motivado que con la anterior. No me imaginaba sentado en ninguna de esas oficinas de mierda. Quería trabajar en el sector editorial, en serio, pero acabé releyendo página tras página de mis espantosos pensamientos y, cuanto más lo leía y recordaba, más quería..., no, más necesitaba hacer algo con ello. Me quedaba allí sentado, rogándome a mí mismo que lo intentara al menos, y se me pasó por la cabeza que si ella lo leía, después de que hubiera eliminado las partes más duras, le encantaría. Se convirtió en una obsesión, y me sorprendió ver el interés que la gente parecía tener en leer el camino hacia la recuperación de otra persona. Por patético que parezca, la cosa cuajó. Envié una copia por correo electrónico a todas las editoriales que pudieran estar interesadas a través de un agente que conocía de mi época en Vance. Al parecer, los días de presentarse con un tocho de páginas escritas mitad a mano mitad a máquina ya han pasado. Pero con esto lo conseguiría, o al menos eso pensé. Estaba convencido de que este libro sería el gran gesto que ella necesitaba para readmitirme en su vida. Aunque, por supuesto, creía que sería mucho más adelante, cuando se hubiera impreso y ella hubiera tenido más tiempo para hacer lo que cojones sea que esté haciendo aquí en Nueva York. No puedo seguir aquí sentado. Mi recién hallada paciencia tiene un límite, y lo he alcanzado. Odio con todas mis fuerzas pensar que Tessa deambula por esta inmensa ciudad sola, cabreada conmigo. Ya hace mucho rato que se ha ido, y tengo muchas explicaciones que darle. Cojo la última página del libro y me la meto en el bolsillo sin molestarme en doblarla. Después
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»Era verdad, por mucha vergüenza que le diese admitirlo. La amaba, y desde ese mismo momento supo que su vida jamás volvería<br />
a ser igual después de ella.<br />
»Si ella lo dejara, si se pasara el resto de su vida ausente de la suya, él seguiría sin volver a ser el mismo. Ella lo había alterado, y<br />
ahí estaba él, con los nudillos ensangrentados y demás, queriendo ser mejor por ella.»<br />
Al día siguiente me encontré dándole al montón de páginas arrugadas y manchadas de café un<br />
nombre: After.<br />
Yo todavía no estaba preparado ni tenía en mente publicarlo, hasta que cometí el error de<br />
comentarlo en una de mis sesiones de terapia de grupo hace unos meses. Luke sacó el archivador de<br />
debajo de mi silla de plástico mientras yo le narraba la historia de cómo había incendiado la casa de<br />
mi madre hasta los cimientos. Me costó un mundo contarlo. Odio hablar de esa mierda, pero mantuve<br />
la mirada curiosa que me observaba y fingí que Tessa estaba allí, en esa habitación, sonriendo y<br />
orgullosa de mí por haber compartido mi momento más oscuro con un grupo de extraños que estaban<br />
tan jodidos como yo... lo estaba.<br />
Me agaché para recoger el archivador cuando el doctor Tran se despidió del grupo. Sentí un<br />
pánico instantáneo cuando me volví hacia Luke y lo descubrí en sus manos.<br />
—¿Qué es todo esto? —preguntó ojeando una página.<br />
—Si me hubieses conocido hace un mes, ahora mismo te estarías tragando los putos dientes. —Lo<br />
fulminé con la mirada y le arranqué el archivador de un tirón.<br />
—Perdona, tío, se me dan fatal las convenciones sociales. —Sonrió algo apurado y, por alguna<br />
razón, el gesto hizo que sintiera que podía confiar en él.<br />
—Salta a la vista.<br />
Puse los ojos en blanco y volví a meter todas las páginas sueltas en los compartimentos.<br />
Él se echó a reír.<br />
—¿Me dirás qué es si te invito a un refresco aquí al lado?<br />
—Qué patéticos somos. Un par de alcohólicos en proceso de rehabilitación negociando sobre la<br />
lectura de una historia real. —Sacudí la cabeza, preguntándome cómo había llegado a esta situación a<br />
una edad tan temprana, pero dando gracias de que Tessa apareciera en mi vida. De no ser por ella,<br />
seguiría ocultándome en la oscuridad, pudriéndome lentamente.<br />
—Bueno, un refresco no hará que incendies ninguna casa, y tampoco hará que yo le diga cosas<br />
horribles a Kaci.<br />
—Cierto. Los refrescos son inofensivos —repuse.<br />
Sabía que Luke iba a ver al doctor Tran por algo más que para recibir consejos de pareja, pero<br />
decidí no ser un capullo redomado y no decirle nada al respecto.<br />
Fuimos hasta el restaurante de al lado. Yo pedí un montón de comida, a su costa, y acabé<br />
dejándole leer algunas páginas de mis confesiones.<br />
Veinte minutos después, tuve que cortarlo. Lo habría leído todo si lo hubiese dejado.<br />
—Esto es increíble, tío, en serio. Es..., algunas cosas son horribles, pero te entiendo. No eras tú<br />
quien hablaba, sino los demonios.<br />
—Los demonios, ¿eh? —dije, y bebí un largo trago hasta terminarme mi refresco.