AFTER4

06.04.2017 Views

a bajar, y sus ojos se abren como platos. —Deja de leerlo. —Me acerco y le quito el manuscrito de las manos. Las páginas caen al suelo y se unen a la que ya hay tirada a sus pies. —Explícame esto ahora mismo —me apremia con unos ojos fríos y tormentosos que me aterran. —Vale, vale. —Me revuelvo en mis zapatos—. Verás, he estado escribiendo. —¿Desde cuándo? —Avanza hacia mí. Me sorprende el modo en que mi cuerpo se retrae, como si tuviera miedo de ella. —Desde hace mucho. —Evito decir la verdad. —Dime cuánto tiempo exactamente. —Tess... —Déjate de tonterías, hijo de... Ya no soy la misma cría que conociste hace un año. Contéstame ahora mismo o lárgate de aquí. —Pisa una hoja a propósito, y no encuentro el modo de culparla—. Bueno, yo no puedo echarte, porque ésta es la casa de Landon, pero te dejaré si no me explicas esta mierda inmediatamente —añade, demostrando que, a pesar de su enfado, sigue siendo un encanto. —He estado escribiendo desde hace mucho, desde el principio de nuestra relación, pero no tenía ninguna intención de hacer nada con ello. Sólo quería desahogarme en el papel para intentar comprender qué cojones pasaba por mi cabeza, pero entonces se me ocurrió esto. —¿Cuándo? —me presiona el pecho con un dedo y cree hacerlo de manera contundente, aunque no lo consigue y yo no voy a decírselo. —Empecé después de que nos besáramos. —¿La primera vez? —Extiende las manos y me empuja el pecho, y yo atrapo sus muñecas con los dedos cuando vuelve a empujarme—. Estabas jugando conmigo. —Libera sus manos de las mías y las hunde, abiertas, en su largo cabello. —¡No, no, no! ¡Eso no es verdad! —digo mientras intento no alzar la voz. Me cuesta, pero consigo mantener un tono suave. Tessa empieza a pasearse por el pequeño salón echando humo. Pone los brazos en jarras y vuelve a alzarlos al aire de nuevo. —Tú y tus secretos..., demasiados secretos. Paso de esto. —¿Que pasas de esto? —La miro boquiabierto. Sigue caminando sin parar por el salón. —Habla conmigo; dime cómo te sientes con respecto a esto. —¿Que cómo me siento? —Sacude la cabeza y me mira con ojos feroces—. Siento que esto ha sido una voz de alarma, el hilo que me ha devuelto a la realidad, lejos de las estúpidas esperanzas de los últimos días. Éstos sí somos nosotros. —Agita una mano entre ella y yo—. Siempre hay alguna bomba a punto de estallar, y no soy tan tonta como para esperar a que me destruyan. Ya no. —Esto no es ninguna bomba, Tessa. ¡Te comportas como si hubiera escrito esto para hacerte daño a propósito! Abre la boca para decir algo, pero la cierra de nuevo, incapaz de encontrar las palabras. Cuando se recompone, dice: —Y ¿cómo creías que iba a sentirme al ver esto? Sabías que acabaría descubriéndolo tarde o

temprano, ¿por qué no me hablaste de ello? Odio esta sensación. —¿Qué sensación? —pregunto con cautela. —Ésta. Noto como si me ardiera el pecho cada vez que haces algo así, y lo odio. Hacía mucho tiempo que no sentía nada parecido, y no quería volver a sentirlo en la vida y, sin embargo, aquí estamos. —En su voz se detecta claramente la derrota, y se me ponen los pelos de punta al ver que se aleja de mí. —Ven aquí. —La cojo del brazo y tiro de ella en mi dirección, lo más cerca que me lo permite. Cruza los brazos sobre el pecho cuando la aplasto contra mí. No se resiste, pero no me devuelve el abrazo. Permanece inmóvil, y no estoy seguro de que lo peor haya pasado. —Dime cómo te sientes —le pido con voz incómoda y directa—. Dime qué piensas. Me empuja el pecho de nuevo, esta vez con menos fuerza, y la dejo ir. Se arrodilla y recoge una de las páginas. Empecé a escribir esto como una forma de expresión y, sinceramente, porque me había quedado sin mierdas que leer. Me encontraba atrapado en los libros, y Tessa, Theresa Young por aquel entonces, había comenzado a intrigarme. Empezó a cabrearme y a sacarme de quicio, y de repente me di cuenta de que no podía dejar de pensar en ella. Cuando estaba en mi cabeza, no parecía haber espacio para nada más. Se convirtió en una obsesión, y yo me convencí a mí mismo de que todo formaba parte del juego. No obstante, sabía que no era así, sólo que no estaba preparado para admitirlo todavía. Recuerdo cómo me sentí la primera vez que la vi, recuerdo sus labios carnosos, y lo espantosa que me parecía la ropa que llevaba. La falda le llegaba hasta el suelo, y sus zapatos planos hacían que fuera arrastrándola. Miró al suelo cuando dijo su nombre por primera vez: «Eh... Yo soy Tessa», anunció, y recuerdo que pensé que tenía un nombre raro. No le presté mucha atención después de eso. Nate fue amable con ella, y a mí me irritaba el modo en que me miraba, el modo en que me juzgaba con esos ojos grises. Me crispaba a diario, incluso cuando no hablaba conmigo. Especialmente cuando no hablaba conmigo. —¿Me estás escuchando? —Su voz interrumpe el recuerdo y yo la miro y veo que está furiosa otra vez. —Claro que... —vacilo. —Ni siquiera me estabas escuchando —me acusa con toda la razón del mundo—. No puedo creer que hayas hecho esto. Esto era lo que hacías todas esas veces que yo llegaba a casa y apartabas el archivador. Esto fue lo que vi en el armario justo antes de encontrarme a mi padre... —No pretendo que sirva de excusa, pero la mitad de lo que hay escrito ahí proviene de mi mente intoxicada. —¿«Ordinaria»? —Sus ojos escrutan la página que tiene en la mano—. «No sabía beber. Iba tambaleándose por la habitación como se mueven las chicas ordinarias cuando beben demasiado para impresionar a los demás.» —Deja de leer esa mierda, esa parte no es sobre ti. Te lo juro y, además, lo sabes. —Le quito la

temprano, ¿por qué no me hablaste de ello? Odio esta sensación.<br />

—¿Qué sensación? —pregunto con cautela.<br />

—Ésta. Noto como si me ardiera el pecho cada vez que haces algo así, y lo odio. Hacía mucho<br />

tiempo que no sentía nada parecido, y no quería volver a sentirlo en la vida y, sin embargo, aquí<br />

estamos. —En su voz se detecta claramente la derrota, y se me ponen los pelos de punta al ver que se<br />

aleja de mí.<br />

—Ven aquí. —La cojo del brazo y tiro de ella en mi dirección, lo más cerca que me lo permite.<br />

Cruza los brazos sobre el pecho cuando la aplasto contra mí.<br />

No se resiste, pero no me devuelve el abrazo. Permanece inmóvil, y no estoy seguro de que lo<br />

peor haya pasado.<br />

—Dime cómo te sientes —le pido con voz incómoda y directa—. Dime qué piensas.<br />

Me empuja el pecho de nuevo, esta vez con menos fuerza, y la dejo ir. Se arrodilla y recoge una<br />

de las páginas.<br />

Empecé a escribir esto como una forma de expresión y, sinceramente, porque me había quedado<br />

sin mierdas que leer. Me encontraba atrapado en los libros, y Tessa, Theresa Young por aquel<br />

entonces, había comenzado a intrigarme. Empezó a cabrearme y a sacarme de quicio, y de repente me<br />

di cuenta de que no podía dejar de pensar en ella.<br />

Cuando estaba en mi cabeza, no parecía haber espacio para nada más. Se convirtió en una<br />

obsesión, y yo me convencí a mí mismo de que todo formaba parte del juego. No obstante, sabía que<br />

no era así, sólo que no estaba preparado para admitirlo todavía. Recuerdo cómo me sentí la primera<br />

vez que la vi, recuerdo sus labios carnosos, y lo espantosa que me parecía la ropa que llevaba.<br />

La falda le llegaba hasta el suelo, y sus zapatos planos hacían que fuera arrastrándola. Miró al<br />

suelo cuando dijo su nombre por primera vez:<br />

«Eh... Yo soy Tessa», anunció, y recuerdo que pensé que tenía un nombre raro.<br />

No le presté mucha atención después de eso. Nate fue amable con ella, y a mí me irritaba el modo<br />

en que me miraba, el modo en que me juzgaba con esos ojos grises.<br />

Me crispaba a diario, incluso cuando no hablaba conmigo. Especialmente cuando no hablaba<br />

conmigo.<br />

—¿Me estás escuchando? —Su voz interrumpe el recuerdo y yo la miro y veo que está furiosa<br />

otra vez.<br />

—Claro que... —vacilo.<br />

—Ni siquiera me estabas escuchando —me acusa con toda la razón del mundo—. No puedo creer<br />

que hayas hecho esto. Esto era lo que hacías todas esas veces que yo llegaba a casa y apartabas el<br />

archivador. Esto fue lo que vi en el armario justo antes de encontrarme a mi padre...<br />

—No pretendo que sirva de excusa, pero la mitad de lo que hay escrito ahí proviene de mi mente<br />

intoxicada.<br />

—¿«Ordinaria»? —Sus ojos escrutan la página que tiene en la mano—. «No sabía beber. Iba<br />

tambaleándose por la habitación como se mueven las chicas ordinarias cuando beben demasiado para<br />

impresionar a los demás.»<br />

—Deja de leer esa mierda, esa parte no es sobre ti. Te lo juro y, además, lo sabes. —Le quito la

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!