AFTER4
—Claro está. —Sonríe y se sienta a mi lado en la cama—. Ven aquí. Me coge de los tobillos y me vuelvo para mirarlo cuando se lleva mis pies al regazo. Empieza a masajearme los pies doloridos. Me tumbo en la cama, intentando no pensar que esos pies han pasado horas metidos en los zapatos. —Gracias —medio gimo. El masaje es tan relajante que me gustaría cerrar los ojos, pero prefiero mirarlo. He pasado meses sin verlo, y ahora no quiero ver otra cosa. —De nada —dice—. Puedo soportar el olor con tal de verte así de relajada. —Levanto la mano y le pego un manotazo al aire. Él sigue haciendo magia en mis pies. Sus manos ascienden hasta mis gemelos y por mis muslos. No me molesto en contener los sonidos que manan de mis labios. Es tan relajante, tan agradable, mis pobres músculos lo agradecen tanto... —Ven, siéntate delante de mí —me indica retirando los pies de su regazo. Me incorporo y me siento entre sus piernas. Sus manos van a por mis hombros y masajean mis músculos hasta eliminar toda tensión. —Te resultaría mucho más agradable si no llevaras puesta la camisa —comenta. Me echo a reír, pero me interrumpo al recordar cómo me estuvo provocando anoche en la cocina. Me llevo la mano al bajo de la camisa y me la saco de los pantalones. Hardin traga saliva cuando me la quito, junto con la camiseta, por encima de la cabeza. —¿Qué pasa? Ha sido idea tuya —le recuerdo, y me echo contra él. Ahora sus manos son más duras y se hunden en mi piel con decisión. Echo la cabeza hacia atrás, contra su pecho. Masculla algo para sí y mentalmente me doy una palmada en el hombro por haberme puesto un sujetador bonito. Sólo tengo dos en condiciones, pero tampoco es que los vea nadie, salvo Landon cuando hay algún error con la colada. —Éste es nuevo. —Los dedos de Hardin se meten bajo uno de los tirantes. Lo levanta y lo deja caer. No digo nada. Me sobresalto un poco y me recoloco entre sus piernas. Gruñe y me coge de la base del cuello. Sus dedos masajean mi mandíbula y la delicada piel de debajo de la oreja. —¿Bien? —me pregunta, aunque ya sabe la respuesta. —Mmm —es todo cuanto consigo decir. Se ríe y me aprieto más contra él. Básicamente, me estoy restregando contra su bragueta. Me bajo un tirante del sujetador. Su mano se tensa en mi garganta. —No se vale provocar —me advierte y coloca el tirante en su sitio con la mano que me estaba masajeando los hombros. —Dice el experto en la materia —protesto, y vuelvo a bajar el tirante. Me está volviendo loca estar sin camisa y bajándome el tirante del sujetador delante de Hardin. Estoy que exploto, y él no hace más que darles cuerda a mis hormonas, jadeando y restregándose contra mí. —No se vale provocar —le recuerdo con sus propias palabras.
No me da tiempo a reírme de él porque me pone las manos en los hombros y me vuelve la cabeza. —Llevo cinco meses sin follar, Theresa. Estás poniendo a prueba mi autocontrol —susurra con brusquedad a unos milímetros de mi boca. Yo doy el primer paso, lo beso y entonces recuerdo la primera vez que nos besamos, en su cuarto de la maldita casa de la fraternidad. —¿No? —exclamo sorprendida, dándole las gracias a mi buena estrella por el hecho de que no haya estado con nadie durante nuestra separación. Siento como si, de algún modo, supiera que no iba a hacerlo. O eso, o me he obligado a creer que nunca más iba a tocar a otra. No es la misma persona que era hace un año. No usa el deseo y duras palabras para controlar a la gente. No necesita una chica distinta cada noche. Ahora es más fuerte. Es el mismo Hardin al que amo, pero mucho más fuerte. «No me había dado cuenta de lo grises que son tus ojos.» No hizo falta más. Entre el alcohol y su repentina amabilidad, no pude contenerme y lo besé. Sabía a... menta, cómo no, y el piercing del labio estaba frío cuando lo rocé con los míos. Era extraño y peligroso, pero me encantaba. Me encaramo al regazo de Hardin, igual que hice entonces, y él me coge de la cintura y con mucho cuidado me tumba consigo en la cama. —Tess —gime, igual que en mis recuerdos. Me da alas, me sume en el abismo de pasión y locura que compartimos. Estoy perdida y no tengo ningunas ganas de encontrar la salida. Le rodeo el cuerpo con los muslos y hundo las manos en su pelo enmarañado. Estoy ansiosa y frenética al mismo tiempo, y sólo puedo pensar en cómo sus dedos suben y bajan por mi espalda, casi sin tocarla.
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—Llevo cinco meses sin follar, Theresa. Estás poniendo a prueba mi autocontrol —susurra con<br />
brusquedad a unos milímetros de mi boca.<br />
Yo doy el primer paso, lo beso y entonces recuerdo la primera vez que nos besamos, en su cuarto<br />
de la maldita casa de la fraternidad.<br />
—¿No? —exclamo sorprendida, dándole las gracias a mi buena estrella por el hecho de que no<br />
haya estado con nadie durante nuestra separación. Siento como si, de algún modo, supiera que no iba<br />
a hacerlo. O eso, o me he obligado a creer que nunca más iba a tocar a otra.<br />
No es la misma persona que era hace un año. No usa el deseo y duras palabras para controlar a la<br />
gente. No necesita una chica distinta cada noche. Ahora es más fuerte. Es el mismo Hardin al que<br />
amo, pero mucho más fuerte.<br />
«No me había dado cuenta de lo grises que son tus ojos.» No hizo falta más. Entre el alcohol y su<br />
repentina amabilidad, no pude contenerme y lo besé. Sabía a... menta, cómo no, y el piercing del<br />
labio estaba frío cuando lo rocé con los míos. Era extraño y peligroso, pero me encantaba.<br />
Me encaramo al regazo de Hardin, igual que hice entonces, y él me coge de la cintura y con<br />
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—Tess —gime, igual que en mis recuerdos. Me da alas, me sume en el abismo de pasión y locura<br />
que compartimos. Estoy perdida y no tengo ningunas ganas de encontrar la salida.<br />
Le rodeo el cuerpo con los muslos y hundo las manos en su pelo enmarañado. Estoy ansiosa y<br />
frenética al mismo tiempo, y sólo puedo pensar en cómo sus dedos suben y bajan por mi espalda, casi<br />
sin tocarla.