AFTER4

06.04.2017 Views

y se echa a reír. —¿Cómo es que te gustan tanto los vagabundos? Me acuerdo de mi padre y se me borra la sonrisa de la cara un instante. —Joder, no iba con segundas —se apresura a disculparse él. Alzo la mano y sonrío. —No, no pasa nada. Esperemos que Joe no resulte ser mi tío. —Hardin se me queda mirando como si me hubiera salido otra cabeza y me río de él—. ¡Estoy bien! Puedo aceptar una broma. He aprendido a no tomarme a mí misma demasiado en serio. Parece que le gusta oírlo, e incluso le sonríe a Joe cuando le entrego su paquete de pescado y buñuelos de maíz. El apartamento está a oscuras cuando entramos. Lo más probable es que Landon lleve ya unas cuantas horas durmiendo. —¿Has cenado? —le pregunto a Hardin en el momento en que me sigue a la cocina. Se sienta a la mesa para dos personas y apoya los codos en lo alto. —La verdad es que no. Iba a robarte ese paquete de comida, pero Joe se me ha adelantado. —¿Te preparo algo? Me muero de hambre. Veinte minutos más tarde, estoy metiendo el dedo en la salsa de vodka para probarla. —¿No vas a compartirlo? —me pregunta Hardin desde atrás—. No sería la primera vez que como de tu dedo —bromea con una sonrisa de satisfacción—. La cobertura de tarta era uno de mis sabores de Tessa favoritos. —¿Te acuerdas de eso? —le ofrezco un poco de salsa en una cuchara. —Me acuerdo de todo, Tessa. Bueno, siempre que no estuviera demasiado borracho o colocado. —Frunce el ceño y su sonrisa provocativa desaparece. Meto el dedo en la cuchara y se lo ofrezco. Funciona. Vuelve a sonreír. Tiene la lengua caliente y sus ojos buscan en los míos cuando chupa la salsa de mi dedo. Se lo mete entre los labios y chupa de nuevo aunque ya no quede salsa. Con mi dedo en los labios, dice: —Quería hablar contigo. Tiene que ver con lo que has dicho acerca de que me acuerdo de las cosas. Pero el modo en que sus suaves labios rozan mi piel me tiene distraída. —¿Tiene que ser ahora? —Pronto, no hace falta que sea esta noche —susurra, y su boca humedece también la punta de mi dedo corazón. —¿Qué haces?

—Me lo has preguntado tantas veces... —Sonríe y se levanta. —Hace mucho que no nos vemos. No creo que sea buena idea —digo, aunque no me lo creo ni yo. —Te he echado de menos, y he estado esperando que tú también te echaras de menos a ti misma. —Posa la mano en mi cadera, contra la tela de mi camisa de trabajo—. No me gusta verte toda de negro. No te pega. —Agacha la cabeza y me acaricia la mandíbula con la nariz. Mis dedos torpes se pelean con los botones de la camisa, resbalando en las pequeñas piezas de plástico. —Me alegro de que tú no aparecieras vestido de otro color. Sonríe contra mi mejilla. —No he cambiado mucho, Tess. Sólo voy a un par de médicos y acudo más al gimnasio. —¿Sigues sin beber? —Dejo caer la camisa en el suelo, detrás de nosotros, y me acorrala contra la encimera. —Sólo un poco. Normalmente una copa de vino o de cerveza y ya está. Pero no, no pienso volver a empinarme una botella de vodka. Me arde la piel y mi cerebro está intentando comprender cómo hemos acabado aquí, pasados tantos meses, con mis manos esperando que les den permiso para quitarle la camiseta. Como si me leyera el pensamiento, las coge y las deja sobre la tela fina. —Es el mes de nuestro aniversario, ¿lo sabías? —dice mientras le quito la camiseta por la cabeza y contemplo su torso desnudo. Escaneo la zona buscando dibujos nuevos y me alegra encontrar sólo las hojas. Helechos, los llamó Hardin si no me falla la memoria. A mí me parecen unas hojas muy raras, con laterales gruesos y tallos largos que nacen en la base. —No tenemos un mes de aniversario, loco —replico. Intento verle la espalda, pero me da vergüenza cuando me pilla, y se da la vuelta. —Claro que lo tenemos —discrepa—. En la espalda sólo llevo el tuyo —me explica mientras observo los nuevos músculos de hombros y espalda. —Me alegro —confieso en voz baja, con la boca seca. Tiene cara de estar disfrutando con esto. —¿Se te ha ido ya la cabeza y te has hecho uno? —No. —Le doy un manotazo, se vuelve hacia la encimera y me coge. —¿Te parece bien que te acaricie así? —Sí —confiesa mi boca antes de que mi cerebro tenga tiempo para pensar. Con los dedos de una mano, recorre el escote de mi camiseta. —¿Y así? Asiento. El corazón se me va a salir del pecho, me late tan fuerte que estoy segura de que puede oírlo. Me siento conectada a él, viva y despierta, y me muero por sus caricias. Ha pasado tanto tiempo... Y aquí lo tengo, diciendo y haciendo esas cosas que tanto me gustaban. Sólo que esta vez es un poco más cuidadoso, un poco más paciente.

y se echa a reír.<br />

—¿Cómo es que te gustan tanto los vagabundos?<br />

Me acuerdo de mi padre y se me borra la sonrisa de la cara un instante.<br />

—Joder, no iba con segundas —se apresura a disculparse él.<br />

Alzo la mano y sonrío.<br />

—No, no pasa nada. Esperemos que Joe no resulte ser mi tío. —Hardin se me queda mirando<br />

como si me hubiera salido otra cabeza y me río de él—. ¡Estoy bien! Puedo aceptar una broma. He<br />

aprendido a no tomarme a mí misma demasiado en serio.<br />

Parece que le gusta oírlo, e incluso le sonríe a Joe cuando le entrego su paquete de pescado y<br />

buñuelos de maíz.<br />

El apartamento está a oscuras cuando entramos. Lo más probable es que Landon lleve ya unas cuantas<br />

horas durmiendo.<br />

—¿Has cenado? —le pregunto a Hardin en el momento en que me sigue a la cocina.<br />

Se sienta a la mesa para dos personas y apoya los codos en lo alto.<br />

—La verdad es que no. Iba a robarte ese paquete de comida, pero Joe se me ha adelantado.<br />

—¿Te preparo algo? Me muero de hambre.<br />

Veinte minutos más tarde, estoy metiendo el dedo en la salsa de vodka para probarla.<br />

—¿No vas a compartirlo? —me pregunta Hardin desde atrás—. No sería la primera vez que<br />

como de tu dedo —bromea con una sonrisa de satisfacción—. La cobertura de tarta era uno de mis<br />

sabores de Tessa favoritos.<br />

—¿Te acuerdas de eso? —le ofrezco un poco de salsa en una cuchara.<br />

—Me acuerdo de todo, Tessa. Bueno, siempre que no estuviera demasiado borracho o colocado.<br />

—Frunce el ceño y su sonrisa provocativa desaparece.<br />

Meto el dedo en la cuchara y se lo ofrezco. Funciona. Vuelve a sonreír.<br />

Tiene la lengua caliente y sus ojos buscan en los míos cuando chupa la salsa de mi dedo. Se lo<br />

mete entre los labios y chupa de nuevo aunque ya no quede salsa.<br />

Con mi dedo en los labios, dice:<br />

—Quería hablar contigo. Tiene que ver con lo que has dicho acerca de que me acuerdo de las<br />

cosas.<br />

Pero el modo en que sus suaves labios rozan mi piel me tiene distraída.<br />

—¿Tiene que ser ahora?<br />

—Pronto, no hace falta que sea esta noche —susurra, y su boca humedece también la punta de mi<br />

dedo corazón.<br />

—¿Qué haces?

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