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AFTER4

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CAPÍTULO 68<br />

Tessa<br />

En mis sueños, la voz de Hardin resuena alta y clara y me ruega que pare.<br />

«¿Me ruega que pare? ¿Qué es...?»<br />

Abro los ojos y me siento en la cama.<br />

—Para —repite.<br />

Tardo un momento en darme cuenta de que no estoy soñando, sino de que es realmente la voz de<br />

Hardin.<br />

Salgo corriendo de mi cuarto y entro en el salón. Está durmiendo en el sofá. No está gritando ni<br />

pegando puñetazos como solía hacer, pero su voz es suplicante y cuando dice: «Para, por favor», se<br />

me detiene el corazón.<br />

—Hardin, despierta. Despierta, por favor —digo con calma acariciándole la piel sudorosa del<br />

hombro con los dedos.<br />

Abre los ojos como platos y levanta las manos para tocarme la cara. Cuando se sienta y me atrae<br />

hacia su regazo, noto que está desorientado. No me resisto. No podría.<br />

Permanecemos unos segundos en silencio mientras reposa con la cabeza contra mi pecho.<br />

—¿Cada cuánto? —me duele el corazón de las ganas que tengo de estar con él.<br />

—Sólo una vez por semana, más o menos. Ahora tomo unas pastillas para eso, pero en noches<br />

como la de hoy, se me ha pasado la hora de tomármelas.<br />

—Lo siento.<br />

Me obligo a olvidar que llevamos meses sin vernos. No pienso en que hemos vuelto a tocarnos.<br />

Me da igual. Nunca le daré la espalda cuando necesite consuelo, sean cuales sean las circunstancias.<br />

—Tranquila. Estoy bien. —Inspira contra mi cuello y me rodea la cintura con los brazos—.<br />

Perdona que te haya despertado.<br />

—Tranquilo. —Me recuesto contra el respaldo del sofá.<br />

—Te he echado de menos. —Bosteza y me atrae contra su pecho. Se tumba y me lleva consigo.<br />

Lo dejo hacer.<br />

—Yo a ti también.<br />

Siento sus labios en mi frente y me estremezco. Me deleito en la calidez y en lo familiar de su<br />

boca contra mi piel. No comprendo cómo puede resultarme tan fácil, tan natural, volver a estar entre<br />

los brazos de Hardin.<br />

—Me encanta que sea tan real —susurra—. Nunca dejará de ser así, nunca se nos pasará, y lo<br />

sabes, ¿verdad?<br />

Intentando agarrarme a un clavo ardiendo, busco algo de lógica.<br />

—Ahora nuestras vidas son muy distintas —replico.

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